¿Qué haremos cuando se acaben las direcciones IP?

A unque es imposible dar la fecha en que se acabará Internet, la aproximación más exacta se puede encontrar en la página del ingeniero de APNIC Geof Houston (www.potaroo.net/tools/ipv4/), que, en el momento de escribir estas líneas, es marzo de 2011. Como es lógico, ya existe una gran inquietud en la comunidad científica sobre ese momento y la forma en que se pueda gestionar.
En teoría existe un nuevo protocolo que soluciona, entre otros problemas, el de la escasez de direcciones, IPv6; pero su aceptación e implementación es, como mucho, testimonial y ni las previsiones más optimistas creen que esté realmente implementado para cuando se acaben las direcciones del sistema IP actual (IPv4). Por esta razón, gran parte de las discusiones que han tenido lugar esta semana en el 55 Encuentro de RIPE –reunión entre ISP, operadores, fabricantes y profesionales interesados en Internet– se han centrado en cómo actuar llegado ese momento (www.ripe.net/ripe/meetings).
El principal miedo que existe es la aparición de mercados negros de direcciones IP en los que algunas empresas logren acaparar rangos de direcciones haciendo solicitudes falsas con antelación ante los organismos encargados de distribuirlas (RIPE NCC en Europa) para posteriormente venderlas. Aunque todo el mundo coincide en que hay que controlar a las empresas que solicitan nuevas direcciones, podemos resumir que hay dos posturas principales: los partidarios de legalizar la venta de estas direcciones y controlarlas para que sólo se produzcan entre LIR (organizaciones que ya están registradas y disponen de direcciones IP para sí mismas y sus clientes) y bajo determinadas condiciones; y el grupo de los que consideran que las direcciones IP son un préstamo y que, por tanto, las organizaciones que no las usan deben devolverlas para que los registros correspondientes las reasignen a otros organismos.
Con independencia de lo que finalmente se decida hacer, hay algunos hechos que parecen aceptados por toda la comunidad. El primero es que en esa fecha no desaparecerá Internet; todo lo que está instalado y funcionando, y todas las personas que tengan Internet, continuarán disfrutando de la Red y podrán seguir trabajando igual. No obstante, y éste es el segundo hecho, será muy difícil desplegar nuevas redes y servicios. Los pueblos, regiones o países que tengan poca o nula implantación de Internet (zonas rurales, tercer mundo) lo tendrán mucho más difícil para acceder al uso de la Red, igual que ocurrirá con las empresas que quieran conectarse con sus propios servidores.
En teoría, se tratará de una época transitoria hasta que IPv6 empiece a implementarse, pero este periodo puede ser muy largo, ya que tanto los ISP como los operadores y los mismos usuarios finales tendrán que adaptar todo su equipamiento y programas para funcionar con este mismo protocolo. Aunque las últimas versiones de los sistemas operativos comienzan a estar preparadas, no pasa lo mismo con todas las aplicaciones que usamos y con muchos dispositivos que normalmente ignoramos, como los routers/modems ADSL, que en su inmensa mayoría no soportan el nuevo IP, no pueden adaptarse a él y, por tanto, tendrán que ser sustituidos por equipos nuevos. En definitiva, nadie sabe lo que ocurrirá cuando se produzca ese agotamiento de direcciones, pero en cualquier caso seguro que será una situación interesante.

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