OMV: la telefonía breve

Operadores Móviles Virtuales

En su día, la ministra de Ciencia y Tecnología, Ana Birulés, se mostró partidaria de la introducción en el mercado de los operadores móviles virtuales (OMV), aunque, eso sí, con su habitual ambigüedad; no obstante, su ministerio, acaso en justa correspondencia al entusiasmo que las empresas aspirantes manifestaban por entonces, hizo posible una norma. Todo ha ido tan rápido que aquello parece haber ocurrido en la noche de los tiempos. Hoy es el desierto y ya no se sabe si era sólo un espejismo.

Quién se acuerda en este país nuestro de qué es un OMV? Los operadores móviles virtuales en España nunca dejaron de ser virtuales en sentido literal. No obstante, los ancianos de la tribu aún recuerdan cómo hace un par de años la olla en la que se cuecen las oportunidades borboteaba: unos cuantos aspirantes se agrupaban en Promóvil, una asociación creada para alentar la competencia en el sector de la telefonía móvil. Promóvil se esfumó y quienes ocuparon la presidencia del invento –gentes con mucha brega a las espaldas en este universo de las TI- andan ahora en otros asuntos, lejos ya de aquellas batallas. “Fue bonito mientras duró”, dirán tal vez, o quizás piensen que menuda pérdida de tiempo y de energías.
Como en el Cuento de Navidad de Dickens, el fantasma del pasado nos toma de la mano y nos muestra una página en blanco en la que se nos invita a escribir, sólo que el lápiz deben prestarlo unos personajes grandullones que obedecen a los bonitos nombres de Telefónica, Amena y Vodafone. El fantasma del presente se llama mercado (aunque, en lo evanescente, se parece un poco a Piqué, que ni está ni se le espera) y es feo, distante, un poco chulo. Y, a diferencia del original, en este cuento no hay fantasma que nos muestre el futuro.

Habemus Orden
En marzo de 2002 el muy liberal Departamento de Birulés publicó una Orden que modificaba otra de septiembre de 1998, en la que quedaba establecido “...el régimen aplicable a las licencias individuales para servicios y redes de telecomunicaciones y las condiciones que deben cumplirse por sus titulares”; tal norma se basa en el principio arcangélico de “permitir y no obligar”. A juicio de la entonces ministra, los OMV eran una buena vía para lograr en la telefonía móvil “un nivel de competencia análogo al de la telefonía fija”, generando “valor para el mercado” y permitiendo la aparición de nuevos y mejores servicios”. Words, words, words, porque se trataba de poner en manos de Goliat el destino de David, bien entendido que este David no tenía pedrusco que llevarse a la honda.
De manera que los pretendientes debían ponerse de acuerdo con los operadores dominantes y similar para proceder luego a pedir la pertinente licencia a la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT) que, además, haría de árbitro (no se sabe qué hay que arbitrar cuando desde pequeños se nos enseña que dos no riñen si uno no quiere) en eventuales controversias. El resultado: cero, pero cero patatero.
¿Y eso es todo? Pues no, claro que no. En vista de la ausencia de interlocutores (Promóvil finiquitada, las empresas que la formaban en otros menesteres o con amnesia, la CMT en plan a mi qué me cuentas, y los dominantes en silencio, que en boca cerrada no entran moscas), mejor recurrir a una de las pocas opiniones solventes en la materia que puede encontrar: la de Miguel Angel Eced, presidente de la Asociación de Usuarios de Telecomunicaciones (AUTEL). El hecho es que el marco legal está ahí, pero desde marzo de 2002 ha corrido mucho agua bajo el puente y el horno no está para bollos. Dice Eced que, en su opinión, hoy no hay nadie dispuesto a correr una aventura que tiene muy mala pinta dada la crisis que no parece tocar fondo. Y quizás no lo hubo nunca en realidad, porque acaso algunos minimizaron las inversiones necesarias, siendo así que un OMV no es un simple revendedor. Y si aspiraba a serlo (la ley lo permite), ¿qué podía aportar en la práctica para captar clientes en un mercado en el que los actuales operadores tienen ya un índice de penetración del 80%?

Y la historia termina
Es de entender que lo que Miguel Angel Eced sostiene es que, disponible el marco legal, la secuencia pudiera haber sido la siguiente: el aspirante negocia con el operador y, seguro, no se ponen de acuerdo sobre el precio de interconexión (la orden ministerial también lo dejaba al arbitrio de las partes), de manera que el primero hubiera pedido el auxilio de la CMT y ésta hubiera venido obligada a mediar, dictando una resolución que hubiera sentado un precedente. Y, a partir de ahí, cada cual se hubiera buscado las habichuelas. Pero no apareció el valiente Lancelot du Lac y quienes habían presionado duro hasta el punto de arrancar del ministerio una norma contra las asociaciones patronales, con la tibieza de ANIEL, frente a los reyes del mambo Vodafone y Amena y el del todos los ritmos, Telefónica, se desinflaron. De manera que allá por julio del bendito 2002, que bien acabado está, se produce el apagón.
Y la historia termina, pues como siempre terminan estas historias: el Gobierno contento porque ha puesto las bases, los operadores dominantes y asimilado suspirando porque ya pueden llorar sólo por sus problemas con UMTS, sin moscas que les molesten, y los usuarios, pues lo de siempre, a seguir suspirando por una verdadera competencia. RIP. Amén.


Tele2, la excepción
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Desde un principio, Tele2 mostró un gran interés por convertirse en España en un OMV, siguiendo su experiencia en este terreno en otros países, como Holanda, Alemania y Dinamarca. De hecho, el director general de la filial española, Jean Donadieu de Lavit, aseguraba en septiembre, con motivo de la obtención de la licencia A2 preceptiva para operar este tipo de servicios, que “el mercado español se encuentra lo suficientemente maduro para que comiencen a operar operadores móviles virtuales”. A diferencia de sus competidores, Tele2 ha venido defendiendo este tipo de agentes en solitario, fuera del ámbito de la difunta asociación Promóvil, y en la actualidad mantiene conversaciones con los operadores móviles como paso previo a su entrada en acción en este mercado.

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