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Las mil convergencias

El gran buffet de los servicios de telecomunicaciones

“Haz móvil tu número fijo”. “Llega el low cost del móvil”. “Llamadas nacionales ilimitadas”. “Pague uno y llévese tres”. “ADSL con voz”. “ADSL también en el móvil”. “Móvil virtual”. “Llamadas gratis, y también SMS”. “Tarifa única para el móvil”. “Tarifa plana celular”. Todos estos anuncios se han visto durante los últimos meses en el mercado telefónico. No es la nueva sopa de letras que se han inventado los directivos del sector para sustituir a la anterior de UMTS, GPRS, Wi-Fi, WiMax, 3G, LMDS, MMDS o VoIP. Es el nuevo escenario de las telecomunicaciones en España, donde en apenas un año se ha remodelado casi al completo el antiguo escaparate de servicios y productos para hacer que lo que se expone en él le entre al consumidor por los ojos, en lugar de que el cliente tenga que devanarse los sesos para saber qué es realmente lo que le están ofreciendo las operadoras.

La simplificación hoy imperante en la forma de vender los productos, que además lleva aparejada una considerable bajada de precios –hasta el punto de ofrecer tarifas planas donde antes eran impensables o llamadas ilimitadas a coste cero– es solo un aperitivo del fenómeno que está por venir y que para muchos será la enésima y definitiva revolución que le faltaba a las telecomunicaciones: la de los precios y el rediseño total de los productos que se comercializan.


Para entender por qué esta revolución se produce justo ahora hay que ejercitar la memoria histórica. Hasta hace relativamente poco, el funcionamiento del mercado de las telecomunicaciones de cara al usuario final era estable. Sin llegar a ser un oligopolio –palabra políticamente incorrecta que no se puede pronunciar aunque a muchos les gustaría–, las grandes operadoras existentes vivían en un mundo cómodo, sin grandes contratiempos. Había boutiques especializadas. Unas en telefonía fija; otras en telefonía fija para empresas; otras en telefonía móvil; otras en telecomunicaciones por cable que ofrecían servicios con mayor capacidad allí donde podían llegar sus redes. En ese selecto centro comercial, las tiendas vivían –unas más, otras menos– felices en general. Competían con sus más directos rivales (la tienda de enfrente, aquella que se dedicaba a lo mismo), pero mantenían una especie de estatus quo preestablecido que les permitía una batalla comercial sosegada y sin sobresaltos de infarto. Tácitamente, había un convencimiento generalizado de que lo peor para el sector siempre sería que los márgenes de unos y otros se deterioraran rápidamente si se despellejaban mutuamente. Unos se peleaban por los más de 45 millones de clientes de telefonía móvil que existen en España, de los que apenas una quinta parte (unos nueve millones) son realmente fáciles de engatusar y proclives a rastrear las mejores ofertas. Otros se peleaban por los más de seis millones de clientes adictos a Internet, y a la que se conectan por sistemas de banda ancha, sean de cable o DSL.

Así hasta este año, en el que el centro comercial del teléfono se ha empezado a llenar de intrusos dispuestos a ponerlo patas arriba y competir por todos los clientes y a costa de lo que sea: productos híbridos, servicios baratos… todos ellos posibles gracias a que la tecnología, ahora más que nunca, permite todo tipo de virtuosismos. El gran desarrollo de ADSL, por ejemplo, ha dado paso a nuevos sistemas que permiten también que estas líneas soporten vídeo bajo demanda. La tecnología IP se ha colado en la telefonía fija, tirando por tierra casi cien años de historia con reclamos como llamadas gratis. Esa revolución (protagonizada por grupos como Skype) amenaza también con extenderse a la telefonía móvil, que, a su vez, vive su propia convulsión interna. Después de años de hablar de ellos como si fueran fantasmas, han irrumpido, por fin, los operadores móviles virtuales, que se atreven a ofrecer servicios sin tener una red para ello. En esta horda de advenedizos, grupos como The Phone House, haciendo alardes de imaginación nunca vistos en el sector, se han atrevido incluso a introducir una palabra maldita para el mercado, como es la de low cost, en clara referencia al modelo de las aerolíneas de bajo coste en el sector aéreo, que tantos quebraderos de cabeza está causando a las aerolíneas tradicionales, las denominadas “de bandera”, equivalentes en el sector de la aviación comercial a los viejos monopolios telefónicos. Además de The Phone House, hay nuevos protagonistas como Yoigo, que se atreven a romper todos los esquemas tarifarios del móvil ofreciendo precios únicos para cualquier tipo de llamada (justo donde más les duele a las operadoras celulares clásicas, que tenían en la diferenciación tarifaria una de sus mejores armas comerciales).

¿Qué está pasando? ¿Cuándo empezó todo? ¿Qué efectos provocará este maremágnum en el sector? ¿Hacia dónde camina? ¿Quiénes serán los vencedores y los vencidos en esta nueva carrera de mezcolanza de ofertas en la que se ha embarcado el mercado? Son todas ellas preguntas que en gran parte no tienen fácil respuesta, pero que al menos invitan a reflexionar.

Movimientos corporativos
Es difícil ponerle una fecha concreta de inicio a esta nueva revolución. Seguramente pasará a la historia como un evento confuso. Pero a poco que se analice el sector, se comprueba que en los últimos meses se han producido acontecimientos que señalan un antes y un después. La desmembración y posterior venta de Auna, el segundo operador en España, sirvió de revulsivo para que France Telecom (que se quedó con Amena, la parte de los móviles) decidiera dar un giro a su presencia en nuestro país y apostar definitivamente y de forma muy agresiva por el mercado de la Península Ibérica con un mensaje renovado y claro: operador integral. Bajo el paraguas de la marca Orange (su filial de móviles en Francia), aglutinó a Amena y a Wanadoo, donde previamente ya había incluido los servicios de telefonía fija e Internet. El despiece de Auna también sirvió para dar nuevos bríos a ONO, el operador de cable, que por fin adquiría un cierto tamaño, su gran talón de Aquiles desde que nació.

La renovación en la cúpula de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), por otra parte, ha alimentado, desde el lado de la regulación, un segundo impulso de la liberalización de las telecomunicaciones, con la vuelta a una regulación asimétrica, a modo de discriminación positiva, para favorecer a los nuevos entrantes. Paralelamente, la sopa de letras con la que solían confundir al mercado los ingenieros de laboratorio ha dado paso a la estrategia comercial en estado puro. Ya no importa tanto si la tecnología X o la tecnología Y funciona mejor que la X+Y, sino para qué sirve y cómo llega al cliente, que ha demo

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