Banda ancha, la vía rápida hacia la incertidumbre

La banda ancha se ha convertido en la expresión de moda en el sector de las telecomunicaciones durante el último año. Estas dos palabras han venido a suplir el vacío dejado por el estrepitoso pinchazo de la burbuja puntocom. Como si de un nuevo bálsamo de Fierabrás se tratara, la industria telefónica ha creído encontrar en ese negocio el antídoto contra todos sus males y las vitaminas que necesita para resucitar sus antiguos bríos. Sin embargo, como en cualquier otra medicina, la banda ancha desprende numerosas incertidumbres sobre sus verdaderos efectos curativos y sus posibles efectos secundarios.

La banda ancha, entendida como las comunicaciones a alta velocidad para acceso a Internet, ha venido creciendo exponencialmente en los últimos años. Según un estudio de la OCDE, ese tipo de conexiones, en cualquiera de sus tecnologías, como cable, satélite, ADSL y otras, es el invento que más rápidamente se ha extendido entre la población en la historia de las telecomunicaciones.
Los usuarios han superado el número de ochenta millones en seis años, entre 1997 y 2003. Se necesitaron siete años para que el mismo número de usuarios se conectara a Internet a través de la tradicional línea telefónica (banda estrecha). Y por seguir con las comparativas, se necesitaron diez años, entre 1985 y 1995, para que se alcanzaran cuarenta millones de usuarios (es decir, la mitad) de telefonía celular. En ese periodo, los usuarios de líneas RDSI, un sucedáneo previo a la banda ancha, apenas habían llegado a los quince millones. Si nos vamos a inventos más antiguos, las brechas temporales se alargan aún más. Ya casi es un clásico decir que la radio tardó treinta años en llegar a los cincuenta millones de oyentes, y que la televisión se tomó casi década y media en alcanzar el mismo número de usuarios.

Crecimientos e incógnitas
Muchos se preguntan si estamos ante una nueva burbuja tecnológica generadora de expectativas exageradas que luego no se cumplirán. Pero, de momento, todo son alegrías. Se llame cablemodem, se llame ADSL, PLC, GPRS o cualquier otra sigla, la banda ancha está creciendo a velocidad de vértigo en cuanto a número de conexiones. La impresión generalizada es que no tiene límites y que nos encontramos ante un nuevo El Dorado. En 1999, en los países de la OCDE se contabilizaban tres millones de conexiones. En el año 2002 esa cifra se había multiplicado casi por veinte, hasta alcanzar los 56 millones, según el análisis publicado recientemente por esa organización. Y los expertos calculan que los más de ochenta millones de usuarios de banda ancha de finales de 2003 superarán la barrera psicológica de los cien millones a mediados de este año o a lo largo del tercer trimestre.
Pero detrás de este despegue tan acelerado –que nadie discute– empiezan a aparecer recelos y dudas. Es como si los excesos puntocom del pasado estuvieran demasiado recientes y, antes de lanzarse al vacío, el sector quisiera armarse de prudencia para evitar nuevos patinazos.
Las grandes incógnitas que están emanando de la banda ancha son tres. La más simple, por perogrullada que sea, es la que afecta a su propia definición: qué se entiende realmente por banda ancha. La segunda es la que afecta a los contenidos y su modelo de negocio: qué se ofrecerá a través de la banda ancha y cómo se cobrará. La tercera son los efectos secundarios: cómo afectará a la industria de las tecnologías de la información y las operadoras telefónicas en general, y a la industria de contenidos audiovisuales y multimedia en particular.

Bandas hay muchas
Aunque el término banda ancha se está utilizando indiscriminadamente para denominar cualquier tecnología de telecomunicaciones que da acceso a Internet a una velocidad más rápida que la tradicional red telefónica, no toda la banda ancha es igual ni todo lo que circula a través de ella es Internet. La realidad es que existen muchos tipos de banda y no todo vale. En países como Japón y Corea, según señalan los últimos informes de la OCDE, los usuarios residenciales están recibiendo un tipo de banda ancha que les permite velocidades de acceso de entre cuatro y ocho megas por segundo. Además, en Japón y otros países con redes de fibra óptica que llegan hasta los hogares, se está llevando la banda ancha a velocidades “punta” de hasta cien megas por segundo. Sin embargo, en muchos otros países la banda ancha, sea a través del cable o de las tecnologías DSL, se circunscribe en la mayoría de los casos a velocidades de entre 250 Kbps y 512 Kbps. Esto ha venido a acuñar un nuevo término: banda “pseudoancha”.
La primera conclusión es que el concepto de banda ancha como algo uniforme a lo largo de todos los países desarrollados es equívoco. Cada país va a una velocidad distinta, y para colmo, con precios dispares entre sí y con distintos modelos y tecnologías. A medio o largo plazo esto podría suponer un obstáculo para la industria de los contenidos para banda ancha, que no podrá diseñar productos estandarizados internacionalmente debido a que habrá decenas, cuando no cientos, de plataformas heterogéneas.
Independientemente de las distintas velocidades a las que está llegando la banda ancha, y presuponiendo que los diferentes mercados terminen convergiendo hacia modelos estandarizados, la siguiente duda que surge es cómo llenar las nuevas superautopistas de la información.
El mercado ya está dando algunas señales claras de por dónde quiere romper. Los expertos coinciden en señalar que los contenidos audiovisuales jugarán un papel esencial en la banda ancha. De hecho, ésta parece estar diseñada expresamente para todo lo que se refiere al mundo multimedia, una de las esencias de Internet. Según datos de la OCDE, a través de la Red los usuarios se descargan cada día más de cien mil copias de programas informáticos para visualizar y escuchar contenidos audiovisuales. Según distintos estudios, de los usuarios que han contratado banda ancha, más de una tercera parte lo hace para poder realizar video streaming (visualización de películas), o simplemente para poder descargarse en su ordenador contenidos multimedia más fácilmente.
La pregunta que surge es ¿cuáles son los contenidos estrella que rellenarán esa nueva parrilla audiovisual?, ¿qué contenidos tendrán más tirón?, ¿existirá una o varias “killer application”, que actúen de locomotora? Los expertos tienen sus candidatas. Empiezan por todo lo que se refiere a contenidos informativos, como la retransmisión de los diferentes programas que se emiten a través de las ondas, o de las noticias escritas en los periódicos, pero mejoradas con videos y todo tipo de fotos. Es sólo un ejemplo de las nuevas posibilidades, que podría afectar a la industria cinematográfica, la de retransmisiones deportivas y la musical, por citar sólo algunas áreas.
Es aquí donde empezarían los efectos secundarios de la banda ancha. El negocio audiovisual, tradicionalmente constreñido a aquellas zonas geográficas donde las empresas tienen licencias para emitir, romperá sus barreras geográficas. Antena 3 TV o Tele5, por poner sólo unos ejemplos, se podrán “ver” má

Contenido Patrocinado

Forma parte de nuestra comunidad

 

¿Te interesan nuestras conferencias?

 

 
Cobertura de nuestros encuentros
 
 
 
 
Lee aquí nuestra revista de canal

DealerWorld Digital