(Opinión) El juicio de los muertos


La religión que se profesaba en el antiguo Egipto introdujo una gran novedad que hasta entonces no se había dado en otras culturas de la Antigüedad. Según esta religión, los difuntos, una vez momificados y enterrados, eran guiados por el dios Anubis para ser juzgados delante de Osiris. Se colocaba entonces su corazón en un platillo de una balanza y, en el otro brazo, una pluma de Maat, que simbolizaba la Verdad o la Justicia. Si al final del juicio la balanza quedaba equilibrada el difunto vivía eternamente, de otro modo era arrojado a Ammit, la Comedora de Corazones.

Este juicio de los muertos, desconocido hasta entonces, no se volvió a dar hasta el cristianismo, y quizá sea bueno recuperarlo ahora, pero con otro enfoque: el juicio a la tecnología viva por parte de la tecnología muerta. Aparece un producto nuevo y, en no pocas ocasiones, defenestra a los anteriores sin que éstos hayan cumplido su ciclo natural de vida. En el ámbito tecnológico se comete este pecado con tanta frecuencia que nos parece algo normal, incluso deseable. Pero se trata de un engaño, una burla al sentido común y a lo que dictan la experiencia y las reglas que rigen el mundo real.

El ciclo de la vida no es casual; entre el nacimiento y el ocaso de un sistema complejo, como un ser vivo, encontraremos su madurez y esplendor, su mejor momento. Ese ciclo puede durar más o menos tiempo, pero siempre respetando esas fases. La vorágine en la que está sumido el mundillo de la tecnología corrompe este ciclo, prometiendo servicios y productos que parecen maduros desde el mismo instante de su nacimiento, mientras que arrincona a otros que están viviendo su cénit.

La penitencia de esos pecados (la mayoría relacionados con la avaricia y el miedo) la sufren muchos usuarios de las nuevas tecnologías. Entre los clientes de este mercado se reconoce que las novedades, en general, funcionan, pero no como les habían prometido. A estos productos les ocurre como a las frutas que han madurado de forma artificial, antes de tiempo, y que presentan un aspecto imponente en sus bandejas de plástico. La fruta y la tecnología de invernadero dejan una pronunciada impresión de engaño al no cumplir con las enormes expectativas que generan en el comprador. La frustración aumenta cuando estas prácticas perversas convierten en viejo la última novedad de hace apenas unos meses.

La diosa Tecnología se ha convertido en una Comedora de Novedades que pide constantes sacrificios para tranquilizar al mercado. Pero ya que todos esos productos inmolados no pueden pedir justicia – no son los replicantes de Blade Runner – deben ser los consumidores los que promuevan el juicio de los muertos, en su beneficio y, a medio plazo, en el de las propias industrias del sector.

Los usuarios deberían reflexionar antes de comprar, y preferir una solución fiable y madura en lugar de otra novedosa y aparente, y con ello hacer reflexionar y cambiar a la industria de la tecnología, metida en una vorágine de la que ya no pueden salir sin la ayuda de sus clientes.

El armario de cualquiera de estas empresas contiene tantos productos muertos como los de su competencia, y si no cambian lo hábitos de compra ninguna de ellas se puede permitir el lujo de no meter más y más cadáveres al armario. Está claro que sólo la diosa Ventas podrá aminorar este ritmo de sacrificios.

Jaime Fernández
tnt@idg.es


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