¿Habrá alguna vez UMTS?

La cola de la pescadilla - ¿Para qué sirve la liberalización? - Paso al mercado

El año 2003 empezará con una incógnita que el año 2002 no ha conseguido despejar: si de verdad existirá UMTS, o por el contrario, esta tecnología seguirá siendo una entelequia. Posiblemente despejar el futuro de la telefonía móvil será el mayor reto del nuevo año. En los próximos meses, y de una vez por todas, cada uno deberá definir sus papales.
Hasta ahora, proveedores, operadoras y Administración se han estado echando la culpa mutuamente sobre el retraso de la llegada de la 3G. Los proveedores dicen que esta tecnología está ya suficientemente probada y que lo único que necesitan son pedidos voluminosos para fabricarla a precios atractivos. Los operadores dan a entender que las pruebas son insuficientes y que antes de lanzarse a crear redes y ofrecer servicios deben tener claro que los equipos funcionan, son baratos y habrá demanda de nuevos servicios por parte de los usuarios.
En esta pescadilla que se muerde la cola, interviene además la Administración. El Gobierno exige que unos y otros se pongan manos a la obra, obviando sus meteduras de pata en varios aspectos. Uno de ellos son las abusivas tasas que ha impuesto a las operadoras, tanto las referidas al espectro radioeléctrico como las que quiere imponer en forma de impuestos locales. Otro aspecto, y quizás el más grave, es la incongruencia en su actuación con respecto al despliegue de nuevas antenas de telefonía móvil, hoy totalmente paralizado y un obstáculo insalvable para tender infraestructuras de UMTS. Son demasiados desaguisados que harán que la 3G arranque muy difícilmente. De muy poco servirá el “arreglo” al que parecen haber llegado Gobierno y operadoras en el sentido de que éstas verán aliviado el peso financiero que suponían los avales a cambio de un compromiso formal de que lanzarán nuevos servicios. El acuerdo entre operadoras y Gobierno no es más que el reconocimiento tácito de que UMTS, en sí mismo, ha sido el mayor fiasco tecnológico de todos los tiempos. En el acuerdo se ha dejado de hablar de tecnologías concretas, y por tanto de UMTS. Se ha empezado a hablar, en cambio, de nuevos servicios, independientemente de si éstos llegan con UMTS, GPRS o cualquier otra fórmula sacada de los cerebros de los ingenieros, que durante los últimos años sólo se han mirado el ombligo, pero han sido incapaces de poner algo en el mercado que sea realmente novedoso y vendible.
Se deja así al libre albedrío de los operadores y de los proveedores el futuro del sector, lo cual es sano desde el punto de vista económico. Será el mercado, y no las decisiones arbitrarias de la Administración, o los supuestos inventos tecnológicos diseñados en los laboratorios, los que decidan. Por fin, el usuario final, que en los últimos años ha estado sometido a un bombardeo absurdo de siglas tecnológicas, decidirá lo que es útil y lo que no, lo que merece la pena comprar y lo que no, lo que es rentable demandar y lo que no. Entonces se verá si UMTS, que prometía vídeo a través del móvil, e Internet a altísima velocidad a través del teléfono celular, es, además de un hecho tecnológico, una realidad comercialmente viable. Sólo dejando libre al mercado el Gobierno cumplirá mejor con su misión. El ministerio de Ciencia y Tecnología, y la nueva Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), con su nuevo presidente, Carlos Bustelo, tendrán una oportunidad de oro durante el año 2003 para demostrar que la mejor normativa es la que dicta la ley de la oferta y la demanda. Hasta ahora, la CMT y el anterior equipo de Ciencia y Tecnología habían tratado de regular hasta el último resquicio del sector, sin dejar nada al libre albedrío. Posiblemente ha llegado la hora de convencerse a sí mismos de que el mercado tiene sus propias reglas y que, lejos de lo que se piensa, puede ser lo suficientemente maduro como para que no necesite guías espirituales, o al menos, que éstas sean las mínimas.
El reto no será fácil. Además de UMTS, la CMT y el Ministerio tienen por delante otros frentes sobre los que reconducir sus actuaciones; en especial, la telefonía fija. Acabamos 2002 con un debate sobre si en telefonía fija había o no suficiente competencia, basado siempre en una bizantina discusión en torno a una cifra de cuota de mercado, que siempre será subjetivísima. ¿Cuánta competencia es competencia? ¿Si los nuevos operadores tienen el 15% de cuota eso es competencia? ¿Y si tienen el 20%? ¿Y si tienen el 20,05%? El Ministerio, y en especial la CMT, deben dejar de preocuparse tanto de los números y mirar más a los servicios y la calidad, si realmente la liberalización está sirviendo para traer servicios y productos al mercado o no. Esta es la verdadera pregunta que hay que hacerse. Sólo así se podrá salir del bache que el año 2002 representó para poder afrontar el 2003 con optimismo.

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