¿Vale Facebook 50.000 millones?

Los hay tan precavidos que ya desde 2007 vienen avisando del peligro de que se esté generando una segunda burbuja en Internet. Y de que estalle, claro. Es el caso, entre otros muchos,
de los analistas de Forrester Research, que, a partir de una encuesta realizada en aquel año a un elevado número de CIO, llegaba a la conclusión de que muchas empresas estaban adoptando los medios sociales en buena parte por el simple hecho de no quedarse atrás de sus competidores pero sin saber muy bien en qué podían beneficiarles. Algo nada positivo, en opinión de cualquiera y por supuesto de la consultora, que aseguraba “no haber visto algo así desde la última burbuja tecnológica, que llevó a todas las empresas a creer acríticamente en la imperiosa necesidad de contar con un sitio Web de manera urgente, sin plantearse en qué medida ello les ayudaría a mejorar su negocio”.
No le faltaba razón a Forrester entonces, y lo que es peor, aún hoy no le falta. Hace tres años el despiste de los CIO respecto de las ventajas del éter 2.0 para sus negocios podría justificarse en la ausencia casi general entonces de prácticas de éxito con tales herramientas. Pero aún hoy, pese a que ya existen algunos –no muchos– modelos de éxito a aplicar, sólo tienen predicamento entre las empresas más innovadores, si no tecnológicamente, si al menos en marketing. Es cierto que el interés por estar presentes de alguna manera en las redes sociales cada vez es mayor, pero también que esa presencia se sigue limitando en la mayoría de los casos a twittear de vez en cuando o a la creación de grupos en Facebook o Linkedin poco y rutinariamente actualizados, nada dinamizados, y con escasos niveles de interacción con las audiencias. Y lo que es peor, sin llegar a comprender que sólo la combinación planificada del espacio físico con el espacio virtual, dentro de una acción global y orquestada de comunicación y marketing, puede llegar a aportar valor al negocio.
Que en esta fase todavía de prueba y ensayo, abundante en contradicciones y sinsentidos, ya se estén disparando las expectativas del rol del networking social en los negocios es lo que lleva a muchos a sospechar que ya se está cociendo a fuego lento la que dan como segura segunda gran crisis de Internet. Cegados todos por el resplandor de Facebook y Twiter, las grandes inversiones acuden una vez más a asegurarse la hipotética rentabilización futura de unas bases de usuarios millonarias. Ahí está Goldman Sachs, que junto a la rusa Digital Sky Technologies, ha invertido 500 millones de dólares en Facebook, a la que valora en 50.000 millones, cifra 25 veces mayor que la correspondiente a sus ingresos. Y Facebook podría ser –eso afirman los expertos– el primer síntoma del síndrome. Hay que recordar que la llegada de la banca de inversión a Internet fue el penúltimo paso antes del desplome final de la Red, del que tardó mucho tiempo en levantarse.
Hay diferencias sustanciales entre la situación actual y la burbuja 1.0: la tecnología está vez sí está disponible, el negocio de consumo vinculado a la enorme base social que sostiene la nueva Web podría amortiguar la caída, y ahora al menos hay ingresos sobre los que elucubrar, cuando antes todo se movía sobre una inmensa quimera. Todas ellas podrían no ser suficientes sin embargo para asegurar el éxito si no se acaba entrando a saco en el mundo de los negocios. En este segmento, como no podría ser de otra manera en la época de la gloriosa ‘nube’, lo que todavía cotiza en el mundo 2.0 es el vapor. ¿Vale realmente Facebook 50.000 millones de dóalres? Esperemos que esta vez la experiencia –que es la madre de la eficiencia– traiga paciencia… y templanza. No estamos para más crisis tecnológicas. Ahora menos que nunca.

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