La complejidad de escalar en cloud
La escalabilidad automática de las aplicaciones resulta extraordinaria cuando coincide con la carga, pero también puede convertirse en una empanada mental de elevada complejidad.
Muchos proveedores de tecnologías cloud proclaman la facilidad con la que las aplicaciones pueden operar en entornos escalables. Sin embargo, estas compañías no hacen alusión a la complejidad que entraña la gestión de dichos entornos cuando se trata de escalar automáticamente y crecer en todo lo relacionado con el aprovisionamiento de servicios.
El sector tecnológico solía considerar la escalabilidad desde tasas comparativamente impasibles: añadiendo a un grupo de nuevos empleados –una tarea que el departamento TI realiza en el momento que necesita acomodarlos a través de la expansión del servidor para darles acceso a los recursos de almacenamiento y aplicaciones de servicios-; y, tal vez, enlazarlos a un clúster de bases de datos más potente. En fin, este tipo de cosas…
Des mismo modo, muchos CIOs se han planteado la escalabilidad en plazos que abarcaban meses, incluso años; en tanto que los grandes sites de internet son capaces de operar perfectamente con los servidores físicos a pleno rendimiento sin importarles dónde se encuentra el volumen de carga porque les preocupa más estar preparados para absorber los picos de demanda, y para acomodar inmediatamente los patrones al tráfico habitual. En momentos “valle”, estos servidores permanecen inactivos.
A día de hoy que la mayoría del sector considera la escalabilidad como un proceso casi instantáneo, podemos engendrar nuevas instancias y lanzarlas cuando el pico de carga haya terminado. Una acción que, por otra parte, puede ser arriesgada y difícil de culminar adecuadamente ya que tanto las variables como los procedimientos automáticos de escalabilidad de las aplicaciones constituyen elementos altamente específicos; esto quiere decir que lo que funciona perfectamente en una aplicación puede que haga estallar la operatividad de otra.
