(Opinión) Los otros evangelistas

Estamos en época de congresos, seminarios y charlas informativas, donde abundan los evangelistas tecnológicos con sus buenas nuevas. Quien haya perdido la fe en la tecnología puede escuchar sus enseñanzas para volver al recto camino, iluminado por aquellos que conocen las preguntas y las respuestas, al estilo de los catequistas, pero sin la obligación de memorizar sus palabras: para algo existe la publicidad. Resulta curioso que los nuevos evangelistas hayan surgido en el ámbito informático, tan ajeno al mundo espiritual. A nadie se le escapa que los ordenadores, los programas, las redes de datos o cualquier otro elemento relacionado con la tecnología han sido creados por el hombre y que, por tanto, están sujetos a sus mismas limitaciones. Usted puede creer, o no, que un dispositivo o una aplicación hace lo que dice el fabricante que hace, pero siempre tendrá la posibilidad de meter el dedo en la llaga y comprobar sus asertos. Los evangelistas tecnológicos, por tanto, no pretenden que su audiencia crea en algo sobre lo que ya existen evidencias, o que pueda haberlas en breve plazo. Muchos de ellos se presentan como grandes visionarios, capaces de adelantar el futuro de la tecnología. Lo milagroso es que ese futuro siempre está del lado del patrocinador del evento.

En general, los nuevos evangelistas ofrecen una lectura del porvenir bastante sesgada, y sus predicciones deben ser tomadas con mucha cautela. A pesar de ello, crece su número y la importancia de sus opiniones sobre lo divino y lo humano ¿Por qué será?

Desde Julio César hasta Ronald Reagan, los hombres más poderosos de la historia han consultado a sus astrólogos y videntes particulares antes de tomar las decisiones más delicadas o complejas. El miedo a equivocarse, a elegir la opción incorrecta, les arrojaba en manos de quienes se decían capaces de otear el porvenir. Este tipo de temores se acrecientan en tiempos de fuertes cambios, cuando aumenta la incertidumbre y lo ocurrido ayer influye poco o nada en lo que viviremos mañana.

La historia más reciente del mundillo tecnológico está marcada, sobre todo, por constantes e inesperados cambios de rumbo, incluyendo burbujas que crecen y estallan como las pompas de jabón.

En este escenario la toma de decisiones se torna muy difícil, y el miedo a equivocarse encuentra una válvula de escape en las palabras de los nuevos evangelistas: que no cunda el pánico, ellos conocen el futuro. El suyo y el del resto de personas que llenan la sala y que esperan recibir alguna certeza sobre sus más acuciantes dilemas: Windows o Linux, 3G o Wi-Fi, consolidación o grid computing, ampliar o externalizar…

Y lo cierto es que la mayoría de las personas nos dejamos cautivar por los evangelistas, seducidos con sus palabras, sus modos, sus gestos. Pero no es lo mismo persuadir que convencer, y si casi todos los evangelistas muestran arte y maña a la hora de presentar sus pronósticos para dentro de cinco años, pocos ofrecen razones que los expliquen. En especial, los visionarios más famosos no se suelen preocupar en argumentar sus ideas, porque su dilatada experiencia les avala. Son verdaderas autoridades en la materia; por tanto, hablan ex cátedra. Con ellos resulta sencillo recuperar la fe en la tecnología, quién lo niega, pero lo que ocurrirá mañana sólo está escrito en las estrellas.

Jaime Fernández
tnt@idg.es



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Fernando Rubio Román, CTO de Microsoft España. TECNOLOGÍA
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