(Opinión) La próxima convergencia
No siempre son realmente nuevas algunas de las ideas de estas obras visionarias, como las que hablan de la generalización de agentes personales que, tanto en la vida privada como en la profesional, nos ayudarán a separar la paja del grano en las montañas de información a nuestra disposición, según nuestras necesidades y preferencias. O como toda la parafernalia asociada al hogar digital, ya poco sorprendente, por novedosos que sean los adornos con que se actualiza el concepto a cada poco. Hay, sin embargo, otras verdaderamente reveladoras, conceptos que, sin ser radicalmente originales, pocas veces salen del ámbito más estrictamente académico, como el que encierra la llamada “próxima convergencia”.
En su libro “The Extreme Future”, James Canton, CEO del Institute for Global Futures, nos sitúa en la era de Internet 3, un mundo con 2.500 millones de personas conectadas a la Red -alrededor de 1.500 millones más que hoy- mediante todo tipo de accesos inalámbricos, móviles y de banda ancha. Las ventajas comerciales para cualquier empresa son, por tanto, enormes. Es posible, por ejemplo, utilizar Internet para contratar al mejor talento, con independencia de dónde se encuentre. O algo más práctico aún, localizar clientes potenciales de todo el mundo para un determinado nuevo producto antes de iniciar su desarrollo, así como la manera óptima de producirlo y comercializarlo. Esto y mucho más será algo convencional gracias a la convergencia de la nanotecnología, la biotecnología y las TI, “una convergencia que dará lugar a una nueva generación de redes altamente colaborativas, profundamente personalizadas, intuitivas, predecibles, auto reparables y reflexivas”. Según “The Extreme Future”, la convergencia nano-bio-TI hará posible el desarrollo de dispositivos embebidos que mejorarán la productividad humana, como chips capaces de enviar información directamente al cerebro humano, o de ayudar a mejorar la inteligencia y la memoria humanas. Parece imposible pero, como se advierte en el libro, ese tiempo no está tan lejos de nosotros. Las Administraciones de todo el mundo ya están invirtiendo en nanotecnología, la manipulación de la materia a nivel del átomo, y los avances en biotecnología no paran.
Por remotos que puedan parecer escenarios como los anteriormente descritos, conviene tenerlos en cuenta en la realidad del hoy más rabioso de los profesionales de las TI. No en vano, estas visiones vislumbran la última fase de una tendencia que ya se ha iniciado, que avanza a pasos acelerados en la profunda transformación que están trayendo esas líneas de evolución comentadas al principio y que, por sabidas y repetidas, ya no nos sorprenden. Se trata, en definitiva, de la ascensión de las TI y del CIO al propio corazón del negocio. Más que un recurso o canal, como lo es ahora, gracias a las prestaciones que ya se intuyen la tecnología se convertirá en la propia esencia de la empresa. Como vaticina Canton en “The Extreme Future”, “no se tomará ninguna decisión de negocio que no esté dirigida por una decisión tecnológica (…) El CIO de hoy es el CEO del mañana”.