(Comentario) La otra crisis

Ya estamos un poco hartos de leer y oír hablar de la crisis de las puntocom. También del bombardeo de analistas y papeles sobre el impacto que está teniendo en la situación económica de los operadores la fiesta de las subastas UMTS. Sin embargo, poco o nada -salvo los obligados asépticos titulares- se oye sobre la complicada situación a la que se ven obligados a hacer frente los del otro extremo del mundo de las telecomunicaciones, el de los fabricantes de equipos.


Como ya pasó durante 1999 con algunas firmas de esta industria, por diversos motivos y a mayor escala, los malos resultados, las reestructuraciones y los recortes de plantilla están cobrando de nuevo protagonismo en un sector al que le están pasando ahora factura tanto las ineficiencias adquiridas con el intenso proceso de compras y fusiones vivido durante los últimos tiempos, como el mal comportamiento del segmento empresarial de la demanda, a nivel mundial, y del mercado de operadores de Estados Unidos, a nivel local. Fenómeno que se ve alimentado por la incipiente recesión en ese país
-fundamental para algunos- y la descapitalización en bolsa que está propiciando el pinchazo de la inmensa e insensata burbuja especulativa que se hinchó artificialmente sobre los valores tecnológicos, bajo la aureola futurista de la nueva economía y la altanería de las puntocom, ahora en caída libre, cuando no en el cementerio.

Todo ello está obligando a buena parte de la industria de redes y comunicaciones a emprender procesos de reestructuración con los que paliar lo que para algunos es simplemente una inquietante situación económica, y para otros claramente una etapa de resultados negativos. Tampoco hay que olvidar, en lo que afecta a los gigantes de las telecomunicaciones, el cambio de modelo de negocio introducido en Europa con la liberalización del mercado de servicios. Se acabaron los mercados cautivos y las lucrativas tramas de alianzas de suministro que conllevaban.

Es cierto que 2000, y especialmente su último trimestre, no ha sido un buen año para la industria TIC en general (casi todas las firmas informáticas, incluso Microsoft, han tenido que rectificar a la baja sus previsiones de resultados, con sus consecuentes caídas en bolsa), pero en el sector de telecomunicaciones y networking este proceso ha tenido características propias. Se trata no en vano de un mercado en plena transformación sometido durante los últimos años a profundos cambios tecnológicos, como la ubicuidad de IP y la conmutación de paquetes, el auge de las redes ópticas y la aparición del modelo e-business, el comercio electrónico y las novedosas alternativas de acceso y las expectativas de todo lo que lleve el apellido inalámbrico, y, como no, la explosión de la telefonía móvil, ahora ya en fase de madurez y de crecimientos más moderados. Frentes todos ellos que ya estuvieron presentes en la larga travesía que tuvieron que emprender hace tiempo Alcatel y Ericsson, compañías que hoy viven un periodo de optimismo impulsado por la mejor situación del mercado de operadores europeo, donde tienen la mayor parte de su negocio.

Estas reestructuraciones, aconsejables en cualquier caso ante el nuevo escenario de mercado, se imponen como obligatorias para aquellos que, además, están registrando resultados negativos. Así, en poco tiempo nos han ido llegando anuncios al respecto que, al coincidir en el tiempo con la patética caída de las puntocom más inconsecuentes, están provocando cierta preocupación en el usuario. El primer caso llamativo lo protagonizó, todavía en el año 2000, Lucent, que, pese a su decisión de centrar en Avaya toda su oferta para redes de empresa, se veía obligada a anunciar las líneas maestras de un plan para reorganizar sus actividades: la corporación había disminuido sus ingresos en 679 millones de dólares y preveía alcanzar pérdidas significativas en el primer trimestre del año fiscal 2001. El objetivo: recortar 1.000 millones de dólares en costes.

Los primeros días de 2001 traían nuevas noticias. Nortel, como parte de una estrategia de racionalización y reorganización de sus actividades, decidía la eliminación de 4.000 puestos de trabajo, de los que el 80% afecta a los empleados asociados a la línea de productos de conmutación LAN BayStack 350 heredada de Bay Networks. Los recortes se justificaban por el solapamiento acontecido entre algunas de sus divisiones como consecuencia de las compras efectuadas en el pasado. Pocos días después, el fabricante anunciaba unas pérdidas de 3.470 millones de dólares al imputar adquisiciones y desinversiones en unos resultados inicialmente positivos. Sin embargo, la compañía registraba crecimientos significativos y anunciaba previsiones elevadas para 2001.

También, por razones diferentes pero dentro de la actual tendencia a la reestructuración de actividades, Motorola decidió en el pasado mes de enero reducir su plantilla en 2.500 puestos de trabajo, dentro de una estrategia de externalizar parte de las actividades de fabricación. Como no podía ser menos, la compañía acababa de dar a conocer una caída de las ganancias por acción del 41% durante el último ejercicio fiscal.

Asimismo, 3Com -que, pese a la buena situación de la filial ibérica, corporativamente arrastra malos resultados, a consecuencia de la imputación de costes de la reestructuración emprendida hace un año- anunciaba un plan de recortes de puestos de trabajo, aún sin concretar. Su difícil situación en el mercado de operadores de Estados Unidos impulsaba poco antes la creación de CommWorks como empresa autónoma especializada en ese segmento de la demanda.

En economía, como en todo, es imbécil generalizar (ahí está Nokia, por ejemplo, viento en popa), pero existen indicios suficientes como para advertir que los nuevos rumbos tecnológicos que tiran del mercado, surgidos años atrás, es ahora cuando están pasando factura en esta su etapa de consolidación. Los motivos son tan diversos que analizarlos en detalle exigiría todo un libro. ¿Y Cisco? Esa es otra historia que aquí tampoco cabe.


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