(Análisis) Xfera, la geometría imperfecta


En geometría, la esfera es considerada como la perfección pura. De hecho, los griegos llamaban a esta forma geométrica el “sólido perfecto”. Entre otras cosas porque todos sus puntos son equidistantes del centro (equilibrio), y es el cuerpo que mayor volumen ocupa para un espacio determinado (eficiencia). Claro, que hace milenios, en la Antigua Grecia, aún no se había oído hablar de las telecomunicaciones, ni de los desaguisados que estas pueden provocar en el Cosmos.

Hace unas semanas, Xfera, el cuarto operador de telefonía móvil –aun sin actividad-, aparentemente buscó una salida a su triste deambular por la galaxia del sector. El grupo escandinavo TeliaSonera anunció que se haría con la mayoría del capital para salvar el proyecto y conseguir hacer de esta empresa un operador viable. Nadie en su sano juicio se atrevería a criticar las buenas intenciones del grupo suecofinlandés. Más bien, todo el sector debería desearle buena suerte, aunque sólo sea porque siempre es plausible que haya alguien dispuesto a invertir y crear empresas.

Ahora bien, al margen de que Xfera algún día consiga un hueco en el sector –algo tremendamente difícil dada la saturación que ya existe en el mercado y el poder que ejercen los otros tres operadores-, este proyecto debería quedar ya como penoso legado de los errores en cadena que puede llegar a cometer el sector de las telecomunicaciones en España y todos sus protagonistas. Sin excepción: desde la Administración, hasta las empresas, pasando por los gurús y visionarios, los ingenieros megalómanos, los directivos ambiciosos, los empresarios ávidos de plusvalías y los ministros salvapatrias y ansiosos de fotos públicas.

Hace ahora más de seis años que a Xfera se le concedió una licencia de telefonía móvil para operar con la tecnología UMTS. La licencia fue otorgada, de forma precipitada, el 13 de marzo de 2000, justo al día siguiente de las elecciones generales que dieron el poder, por segunda vez, al PP. Lo que iba a ser un nuevo pelotazo empresarial en España, pronto se convirtió en un quebradero de cabeza para sus promotores y para los sucesivos gobiernos de turno, que no sabían qué solución dar a una compañía pensada para hacer dinero –como ya lo lograron otros con Airtel-, pero que no llegó a doblar la esquina en ese camino. Primero, porque la tecnología no estaba disponible, después porque los otros operadores pusieron todo tipo de trabas, más tarde porque faltó dinero, y después porque, además de agotarse los fondos, también se esfumaron las ideas.

Lo realmente curioso, y lo que debería dar que pensar a todos, es que Xfera haya conseguido estar seis años dando vueltas en el limbo y que se la haya dado tantas prórrogas. Posiblemente no haya ningún caso empresarial similar ni en España ni el mundo. Y lo tremendamente anecdótico es que los responsables de este desaguisado son tantos que a la hora de repartir responsabilidades éstas quedan tan disueltas que no hay un claro protagonista del error. Desde que se concedió la licencia a Xfera, por el sector han pasado cinco ministros del ramo, y el quinto (José Montilla) ya está saliendo, con lo que habrá un sexto, o sexta. Ninguno se ha atrevido nunca a retirar definitivamente la licencia a la compañía por incumplir reiteradamente sus compromisos de lanzamiento comercial, incluso cuando ya la tecnología no era una excusa.

Más bochornoso ha sido quizás el espectáculo de los accionistas españoles en el capital de Xfera, algunos de los cuales han estado permanentemente enfrentados por su cuota de poder en el grupo, en lugar de concentrar sus energías en sacarlo adelante. Y más triste aún el espejismo que trasmitían algunos directivos, que vivían en la irrealidad de actuar como si Xfera estuviera funcionando, cuando en realidad no era más que una entelequia.

Los propósitos de TeliaSonera son, a priori, encomiables y sería un despropósito prejuzgarlos de antemano. Pero la trayectoria de Xfera hasta ahora ha sido tan inconsistente que es imposible soslayar la duda que surge sobre si definitivamente ha llegado la hora de seguirle dando oportunidades, o por el contrario, decir, de forma tajante, esta es la última.


Eugenio Pedrero
comunicaciones@idg.es

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Fernando Rubio Román, CTO de Microsoft España. TECNOLOGÍA
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