(Análisis) El técnico destronado
El teólogo alemán Ulrich Hemel lo llama el “estilo de vida ético” de las empresas. Cuanto más comprometidos están los trabajadores con la empresa, menos reglas explícitas se necesitan. El número y complejidad de las normas internas que rigen una compañía suele aumentar en proporción a su tamaño. En España han surgido numerosas empresas de tecnología que han podido crecer y evolucionar sin apenas reglas de funcionamiento interno porque han contado con la completa colaboración de sus empleados, especialmente los del área técnica. Más que entendimiento había complicidad, basada en un ‘proyecto ilusionante’ para el trabajador. Los técnicos son muy propensos a establecer vínculos con la empresa que van más allá de la pura obligación laboral. A cambio, necesitan recibir un trato especial por parte de la dirección de la compañía. Al principio parece normal que una incipiente empresa de tecnología trate con cariño a sus técnicos, mucho más cuando les pide un esfuerzo muy superior al pactado. Pero a medio y largo plazo este modelo no funciona, y cuando la compañía se estabiliza y gana velocidad de crucero suele corregir este escenario, llevando a los tramoyistas a su lugar natural, esto es, detrás del escenario. Pobres técnicos destronados; pensaron que eran el corazón y la cabeza de sus empresas y descubren que son músculo y huesos. Entonces desaparece esa buena disposición que tan magníficos resultados había dado hasta entonces y, mientras que algunos se van en busca de otro ‘proyecto ilusionante’, la mayoría deposita el bolígrafo en su mesa a la hora en punto. La dirección de la empresa no debe caer en la tentación de imponer férreas normas para enderezar un comportamiento nunca visto hasta entonces, sino explicar, alto y claro, que el “estilo de vida ético” de la compañía, sus objetivos y sus principios se mantienen, adaptados a su natural evolución a lo largo del tiempo. Y luego actuar en consecuencia.
Jaime Fernández
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