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Identificar y neutralizar a los clientes pesadilla antes de que acaben con lo mejor del proyecto

La clave de la supervivencia en una profesión orientada a los clientes como la de los desarrolladores de software reside en reconocer las señales que emergen en oposición al proyecto a pesar de los esfuerzos practicados hacia la consecución del éxito del mismo. En este último punto, los clientes difíciles se parapetan culpabilizando al desarrollador de los impedimentos.

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Llegado a este punto, el conflicto para el desarrollador reside en querer satisfacer al cliente construyendo el sistema que solicita, teniendo en cuenta la presencia de una serie de requerimientos conflictivos difíciles de resolver. Por la otra, más requerimientos se traducen en mayor volumen de trabajo y en intentar resolver conflictos irresolubles que acaban causando el fracaso del proyecto.

 

Aquí, la clave está en identificar y neutralizar a los clientes que mantienen un comportamiento horrendo antes de que acaben con lo mejor del proyecto y la paciencia del desarrollador. De hecho, cualquiera que se haya dedicado a trabajar directamente con clientes se habrá cruzado en alguna ocasión con alguno de ellos. Quizás el proyecto apuntaba bien pero se cruzó en su trayectoria una bruma de procesos burocráticos que lo condenaron a una larga agonía para acabar muriendo. O, tal vez, con el tiempo algún ejecutivo poderoso irrumpe en escena para resucitar un proyecto que luego se queda a mitad de camino. O puede que una demanda tardía y sin sentido irrumpa en el juego y sea la chispa que origine la interrupción tajante del proyecto, y con ella todas las posibilidades de cobrar por el trabajo realizado. Como si se tratase de un universo plagado de monstruos, Steven A. Lowe, analista en el semanario NetworkWorld, ha clasificado a este colectivo de clientes indeseables en varias categorías, teniendo en cuenta sus respectivos comportamientos en el entorno de los desarrolladores de software independientes.

 

Por un lado está el poco recomendable cliente Kraken, que emerge de repente a menudo en medio de la ejecución de un proyecto, para atrapar al desarrollador con sus múltiples tentáculos. Al Kraken también se el conoce por sus requerimientos conflictivos. Luego está la bestia Stirges que, al igual que en la leyenda, es un vampiro que obstaculiza todo tipo de iniciativas y da la vuelta al proyecto dejándolo vacío de contenido. Por su parte, el cliente Hydra, de acuerdo con Lowe, es un tipo pernicioso con múltiples caras que actúa de dos maneas: como el rayo que no cesa, y también aportando numerosos imperativos y aspectos ineludibles que implican cambios que desestabilizan la oferta fijada en el contrato, situando fronteras insuficientes para alcanzar un buen término.

 

El Minotauro, es otro ejemplo de cliente del que es mejor huir, de acuerdo con Lowe, ya que en su anatomía, mitad hombre mitad toro, esconde un laberinto complejo en forma de ejecutivo con poder que permanece tras el escenario. Asimismo, es poco amigo de prodigarse en los medios, hasta encontrarse en petit comité con el desarrollador de aplicaciones independiente. Es entonces cuando aparece de repente el animal que lleva dentro para echar por tierra el proyecto entero. Aquí no hay defensa posible frente a esta criatura. Por último, se encuentra el cliente Dragón, que aparece por sorpresa, y se caracteriza por soler amasar su fortuna quemando a los consultores por capricho. A los clientes dragón, generalmente, se les ve venir de lejos porque resultan poco agradables de entrada, y pobre del desarrollador que se enfrente a ellos; el dragón está presto a devorarlo en un descuido.



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