Mucho humo y pocas nubes

Parece que el sector TI nunca escarmienta y los excesos se suceden sin considerar el alto precio en euros y en credibilidad que siempre acaban costando las expectativas desmadradas.

Con cloud computing volvemos donde solíamos. Si un día ATM –por no recordar la plúmbea saga OSI– apareció ante nosotros no sólo como la próxima tecnología si no como la única y última cosa que verían las generaciones, hoy todo lo relacionado con la “nube” está levantando tanto ruido mediático que en muchas ocasiones la objetividad y la racionalidad se reducen a la mínima expresión a mayor gloria del marketing. Cloud computing tiene sentido –siempre lo ha tenido, porque el concepto en sí no es nuevo–, pero, a estas alturas de la corta pero intensa historia de la evolución tecnológica, analizar el éxito futuro de las tendencias TI en términos de todo o nada cada vez es más idiota.
Llama la atención que, pese al poco acuerdo existente entre lo que en realidad es cloud computing, todos coincidan en su éxito futuro como el gran y definitivo modelo de entrega de las TI, como si del fin de la historia se tratara. Pero los profesionales cada vez menos maleables y más presionados por la responsabilidad que supone tener engrasado el negocio, empiezan a poner la dura realidad por encima de las promesas y el buzz del entorno. Una dura realidad que, en último término, se traduce en muy pocos factores: disponibilidad, eficacia, rentabilidad. Los tres están garantizados por cloud computing, pero sólo en algunos casos, en determinados entornos, en condiciones específicas. Hasta ahora nada ha sido capaz de dar respuesta a todo, a todos y para todo.
Un problema de raíz de nuestra industria es que muchos suministradores siguen confiando demasiado en el poder de convicción de sus presentaciones de PowerPoint y de los pronósticos de analistas y consultores, confundiendo el marketing viral con la “histeria colectiva” de un sector que necesita reinventarse cada cinco años, cuando lo cierto es que sólo los hechos decantan las opciones. Los jugadores del sector deberían tenerlo en cuenta. Porque de lo contrario, sus expectativas pueden acabar desmoronándose. Cada vez funciona menos el típico argumento de “todos lo hacen/harán, tienes que hacerlo tú también”.
La externalización tiene sentido en muchas situaciones y adoptar esa alternativa bajo el modelo cloud también, especialmente ahora con la presencia creciente de la virtualización, la gran disponibilidad de la banda ancha y la tendencia hacia departamentos TI cada vez más ligeros y más centrados en el negocio. Pero eso no significa que cloud computing sea la solución a todos los problemas. O al menos que lo sea en exclusividad. En este número, después de haber detallado durante los últimos años los fundamentos teóricos y prácticos del nuevo modelo y su potenciales campos de aplicación, volvemos a cloud computing tomando el enfoque básico que nunca se ha de olvidar cuando una tendencia se somete a examen. ¿Qué es y qué no es? ¿Cuáles son sus pros y sus contras? ¿Qué se ha de pedir a un proveedor antes de firmar el contrato? El marketing va tan deprisa que a veces dar respuesta a estas preguntas tan primarias sólo es posible cuando el ruido alcanza tal nivel que se impone volver de nuevo a las bases de una tendencia para intentar comprender algo. La presión que ejercen los suministradores con el fin de cumplir sus presupuestos y sus objetivos financieros, la marea mediática y la inconsistencia culpable o inocente de muchas investigaciones de mercado en ocasiones enturbian más que aclaran.

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