Tras la resaca

Hacia un nuevo escenario

En el siglo XVI, el mapa geopolítico del planeta estaba dominado por un esquema: el imperio español, “donde no se ponía el sol”. Tres siglos más tarde fue la hora del imperio francés. Después vino el británico. Y posteriormente el de las multinacionales norteamericanas. También las telecomunicaciones tienen sus ciclos.

En telecomunicaciones, como en política internacional, el mundo no ha sido, ni es, ni será inmutable. El orden preestablecido era uno en los años ochenta. La admirada AT&T hacía las delicias de todos los ingenieros y era el espejo donde se miraban los Gobiernos europeos para acometer sus propios procesos de liberalización. En los años noventa, con el advenimiento de los móviles y de Internet, cambiaron las tornas, y se impuso la cultura digital, en la que todos bailaban al grito de “no hay barreras para que cualquiera pueda ser un gigante”. Después, entre 2001 y 2004, con el batacazo bursátil de las empresas tecnológicas, vino la hecatombe. Las empresas de telecomunicaciones perdieron su brillo, fueron despreciadas por los inversores, menospreciadas por los medios de comunicación y denostadas por los analistas.
Ahora empieza a configurarse un nuevo escenario en esa “geopolítica” del teléfono. Sin tantas alharacas como en los años 1999, 2000 y 2001, las fusiones, las compraventas, las desinversiones, los nuevos proyectos y otras operaciones empresariales son el pan nuestro de cada día en el sector de telecomunicaciones. Silenciosamente, sin prisa pero sin pausa, se está armando un nuevo orden mundial en el mercado telefónico. La pregunta es ¿por qué ahora? ¿Por qué de esta forma tan tranquila pero constante? La respuesta es sencilla. La borrachera que se cogieron las empresas tecnológicas en el momento de la fiebre puntocom dejó la estela de una resaca de caballo. El sector ha aprendido que los excesos pueden matar.
Hoy no se entenderían ope-raciones como las que protagonizó en 1998 WorldCom, engulléndose al gigante MCI por 37.000 millones de dólares. O la de America Online tragándose a Time Warner por más de 100.000 millones de dólares. Por no hablar de Terra, que compró Lycos por 12.000 millones de euros y de la noche a la mañana se convirtió en uno de los colosos de Internet a nivel mundial. Aquellos eran tiempos de locura colectiva, impulsada por el concepto de la Nueva Economía. Después vino el derrumbe. Fue como el coma etílico, al que sucedió una proceso de desintoxicación que ha durado casi cuatro años, entre la primavera de 2000 y comienzos de 2004.
Pero a partir del pasado año las empresas de telecomunicaciones han vuelto a despertar; esta vez con bríos renovados. Vuelven de un largo letargo. Durante ese tiempo han hecho una terapia intensiva. Han eliminado números rojos, han limpiado sus balances, han digerido el mal trago del pago de las multimillonarias licencias de UMTS, se han desecho de activos innecesarios o sobredimensionados –en muchos casos relacionados con Internet– y, sobre todo, han conseguido reducir considerablemente la deuda dentro de sus pasivos. Cualquiera que en estos momentos mire los datos de endeudamiento de las grandes compañías de telecomunicaciones europeas –las que más sufrieron la burbuja tecnológica y los gigantescos pagos por licencias de tercera generación– se dará cuenta que poco tienen que ver con los de 2001, el año en el que la deuda financiera alcanzó cifras récord.

De nuevo, en forma
Las operadoras vuelven a estar en forma para atacar de nuevo y ocupar el papel que les corresponde en la economía. El sector vuelve a ser protagonista de los mercados. De las diez mayores operaciones de compraventa anunciadas en Estados Unidos entre 2001 y 2004, tres son de telecomunicaciones. Se trata de AT&T Broadband, adquirida por Comcast a mediados de 2001; la de AT&T Wireless, adquirida por Cingular; y la de Nextel Communications, comprada por Sprint. Estas dos últimas operaciones han ocurrido en el pasado año. Luego, en 2005, han llegado más. Y aunque Estados Unidos siempre da la nota por el tamaño de sus operaciones, lo cierto es que movimientos se están produciendo en todos los escenarios. Cuando no es el gobierno japonés el que anuncia que reducirá su presencia en NTT sacando al mercado una buena parte de su capital, es el gobierno checo el que se desprende de su antiguo monopolio. Y si Deutsche Telekom recompra T-Online, su filial de Internet, Telefónica hace lo propio con Terra. Al tiempo que Ono refinancia su deuda, otros operadores, en lugares dispares, como Austria Telekom, emiten bonos por valor de mil millones de euros para poder crecer, igual que Deutsche Telekom, aunque en este caso la suma es de 3.000 millones de euros.
Estas son algunas de las operaciones que se han anunciado y que están en marcha o se han completado. Pero los analistas prevén muchas más transacciones. Ya se especula con que France Telecom pueda recomprar la participación de los socios minoritarios en Mobistar, o con que adquiera la de los minoristas de Equant. El mercado también descuenta que Vodafone compre parte del capital de Telesystem y de Telsim, o que Telefónica pueda llegar a entrar en el capital de la operadora griega OTE.
Puede que este sector haya perdido el “sex appeal” que llegó a tener en los momentos más álgidos de la burbuja, pero desde luego no cabe duda de que el mercado telefónico definitivamente ha salido de las sombras y ha vuelto a coger pulso.

Qué es lo que está pasando
¿Por qué este rosario de movimientos en cadena? La respuesta es relativamente sencilla. En primer lugar, hay que tener en cuenta el saneamiento del sector. Después de cuatro años zambullidas en la oscuridad del endeudamiento millonario, algunas empresas de telecomunicaciones han demostrado que han sido capaces de hacer una cura drástica.
En segundo lugar, muchas compañías ajenas al sector de las telecomunicaciones, como las eléctricas, que entraron en este mundo a finales de los años noventa como fórmula para diversificar actividades, empiezan a considerar que ha llegado el momento de desinvertir. Creen que las inversiones que realizaron ya están maduras y que ha llegado el momento de “ponerlas en valor”. Es el caso de Endesa y Unión Fenosa en Auna, o de Enel en Wind.
En tercer lugar, los inversores, a pesar de todo, siguen confiando en las telecomunicaciones. Puede ser porque no encuentran una alternativa mejor. Lo cierto es que semana sí y otra también, algún fondo de capital riesgo aparece como protagonista de una oferta por alguna de las grandes operadoras. Por ejemplo, Carlyle y Blackstone están en liza por hacerse con el operador italiano Wind. Y si este tipo de fondos mira a Wind, también hay otros que miran a Cesky, el antiguo monopolio de la República Checa.
Los grandes movimientos empresariales parecen venir de Estados Unidos. Pero esto es sólo un preludio. De ahí están saltando al resto del planeta. Por otra parte, todos los grandes movimientos empresariales llevan implícitos los ingredientes para anticipar que la reconfiguración del mapa telefónico se va a convertir en una batalla encarnizada.
La lucha por hacerse con WorldCom es un claro ejemplo de esa contienda. WorldCom representa la esencia de hasta qué punto llegó la locura de los tiempos de la burbuja. Este grupo terminó convirtiéndose, casi desde la nada, en la segunda mayor empre

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