Sospechas infundadas

El Banco de España ha advertido a las entidades de crédito sobre el aumento del fraude en las transacciones electrónicas. La máxima autoridad monetaria pide a los bancos que utilicen “los últimos avances tecnológicos” para reducir este tipo de delitos. Esta recomendación debería servir para mejorar la seguridad de los usuarios de la pujante banca electrónica, en especial a través del uso y disfrute de los variados mecanismos de protección que ofrecen las empresas de seguridad en informática.
Algunas personas pensarán que, con advertencias como esa, las compañías relacionadas con los diversos aspectos de la seguridad electrónica van a hacer su agosto. Parece obvio, porque cada día se mueve más dinero en la Red (como bien lo saben los delincuentes), así que deben aumentar, en calidad y cantidad, los sistemas que nos defiendan de esos indeseables. En cambio sí resulta sorprendente el aserto, defendido por numerosos profesionales, de que las principales empresas de seguridad informática mantienen, cuando no fomentan, el peligroso estado en el que se encuentra Internet. El bulo más antiguo y conocido habla de la creación de virus por parte de las compañías antivirus, con el fin de aumentar sus beneficios a través de nuevas ventas y de la actualización permanente de sus programas. Algo parecido ocurre con el correo basura, donde el tan necesario cambio del vetusto protocolo SMTP se ve dificultado, según los mal pensantes, por las compañías que venden soluciones “antispam”. Los fabricantes de cortafuegos, siguiendo este discurso, estarían interesados en promover los ataques por denegación de servicio, y también en el aumento de las búsquedas de máquinas vulnerables para hacerse con su control para divertidos fines lúdicos. No se han encontrado pruebas de nada de todo esto, pero situar el burro delante del carro es una idea que también se puede defender, aunque sea absurda.
¿Por qué existe esta patraña en la Red y no en el mundo real? Nadie acusa a Prosegur o a Securitas Direct de mantener relaciones comerciales con ladrón alguno, aunque su negocio florezca al calor de los muchos delitos contra la propiedad que ocurren a diario. En cambio, se discute sobre ocultas simbiosis entre las compañías de seguridad tecnológica y los piratas informáticos, como si estos necesitaran la colaboración de aquellos para sus oscuros propósitos. Otro asunto es si los productos que venden las empresas relacionadas con la seguridad en Internet sirven para lo que anuncian, o si los servicios seguros, como los bancos online, realmente lo son. A veces sí, a veces no; y sobre estos últimos avisa el Banco de España, que insta a utilizar los medios técnicos necesarios para evitar –o, al menos, dificultar– el fraude, con soluciones que parten de las empresas que se ganan la vida luchando contra los delincuentes informáticos.
Quien pone en duda la honestidad de esas empresas, dando pábulo a un supuesto interés en promover una Red más insegura con el fin de aumentar su negocio, está haciendo un flaco favor a la sociedad de la información. Los usuarios de Internet se muestran muy permeables a este tipo de opiniones que les hacen dudar entre quién es su amigo y quién es su enemigo, y no se paran a pensar que el engaño, el hurto o el timo llegan, más pronto que tarde, donde haya personas y dinero, sin necesidad de ser invitados por nadie.

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