Renovación en Ciencia y Tecnología
El ministro de Ciencia y Tecnología abandona el cargo con la intención de encabezar la lista por el Partido Popular para las próximas elecciones a la Generalitat de Catalunya. Las quinielas para sustituirle al frente del Ministerio empezaron hace tiempo, y ahora arrecian. Candidatos no faltan. Lo que no está tan claro es que haya un candidato suficientemente relevante como para asumir un cargo tan crítico como el que va a dejar Piqué sin que, además, el nuevo nominado quede eclipsado por el personalismo del futuro aspirante a presidente de la Generalitat. Si no se tienen aspiraciones políticas ulteriores, asumir en la actualidad el cargo de ministro de Ciencia y Tecnología tiene más inconvenientes que ventajas. El principal factor en contra es que sería un cargo sin sal ni pimienta. Piqué ha dejado todo prácticamente atado y bien atado, consiguiendo su gran propósito: que casi todas las grandes decisiones de telecomunicaciones de los dos últimos años lleven su rúbrica. Por ejemplo, la ley de telecomunicaciones, o los retoques que se hagan de la normativa audiovisual este año. Por lo tanto, el nuevo ministro de Ciencia y Tecnología vendría con el trabajo hecho y sin nada que decir. Simplemente vendría a cerrar la tienda. Por otra parte, será un cargo efímero. Se extinguirá al cabo de aproximadamente medio año. Tanto como se tarde en convocar elecciones generales en España y el actual Gobierno quede disuelto. De ganar de nuevo el PP, es muy probable que Ciencia y Tecnología se recomponga de otro modo como ministerio, bien disolviéndose y dividiéndose en dos, o fragmentándose en otros ministerios.
Con todo, los nombres que se barajan para asumir la cartera de Piqué no son pocos. Además de directivos de renombre, como Juan Soto, ahora retirado, también han saltado a la palestra candidatos como Pedro Morenés, secretario de Estado de Política Científica, así como Carlos López Blanco, secretario de Estado de Telecomunicaciones. También incluso José Folgado, secretario de Estado de Energía. Cualquiera de los tres últimos es un “hombre de la casa”, y podría asumir el mal trago que supone ser ministro por unos meses en un departamento en el que ya está todo dicho, siempre y cuando tras la esquina hubiera una recompensa.