¿Qué tienen en común el ancho de banda y el tomate?

Si la intervención de los intermediarios hace que el precio de los tomates, hoy por las nubes, se multiplique por cuatro a lo largo de la cadena de distribución, en el caso del ancho de banda de Internet lo hace por diez. Pese a las evidentes diferencias, son muchos los paralelismos entre ambos mercados.

Analizando el mercado del ancho de banda y el de los tomates encontramos grandes diferencias, pero, a la vez, grandes similitudes. Una de las principales diferencias es el precio medio que una familia gasta en ambos productos, sobre todo teniendo en cuenta que en España sólo un millón y medio de familias (un 10% de la población) dispone de conexión a Internet. Así, una familia con conexión a la red invierte en banda ancha entre el 1 y el 2% de su presupuesto familiar al mes, mientras que los gastos por hortalizas y productos frescos alcanzan del 3 al 5%.
Podemos afirmar que el ancho de banda se sale de la lista de la compra, sobre todo, si lo comparamos con otros productos más rentables, como los teléfonos móviles, que ya superan en nuestro país los 30 millones, frente a los 2 millones de líneas de banda ancha existentes en España.

Los eslabones de la cadena
Pero, ¿cuáles son los pasos del ancho de banda en nuestro país desde su origen hasta que llega al usuario final? Para un “productor” u operador con red propia, el coste de producción por Mbps al mes es de 30 a 50 euros, precio que, en la oferta disponible en Iber-X, el mercado neutral de las telecomunicaciones, parte de los 50 a 100 euros al mes. Pero, ¿cuál es el precio final que ofertan las operadoras a los clientes finales? De 600 a 1200 euros el Mbps al mes.
Si volvemos a comparar el mercado de las hortalizas y el de ancho de banda, descubrimos que, en el primer caso, los precios obtenidos en las lonjas se incrementan por cuatro, mientras que en el caso del ancho de banda lo hacen por dos, y por diez los que finalmente paga el usuario final.
Los paralelismos entre uno y otro mercado son importantes. En ambos casos, el incremento extraordinario de precios tiene su origen en una serie acotada de causas, entre las que destacan la falta de transparencia de los pasos dados en la cadena de provisión, la excesiva especialización de los componentes de la cadena, la atomización de los actores y la falta de conexión entre ellos, la ausencia de competencia dentro del mercado y la aparición de cárteles u oligopolios

Excesiva especialización
Una de las carencias más destacadas que apreciamos en este análisis es que los productores no tienen por lo general la capacidad de conseguir librarse de los intermediarios. En el mundo de los alimentos frescos, los productores de los tomates y hortalizas no han conseguido vender sus productos de forma directa al cliente final: la especialización en la producción les hace eficientes en esta actividad pero incapaces de realizar la labor de mercadeo y de transporte o distribución necesaria para llegar al consumidor. Por ello, los intermediarios, es decir, las empresas que compran el producto en la lonja y que lo transportan a los grandes almacenes o a las fruterías, envasándolo y presentándolo de la forma y manera que ellos exigen, se lleven la parte más grande del pastel.
Esto es muy similar a lo que sucede en el mundo de las telecomunicaciones. En este sentido, tenemos que el productor, léase el carrier, llega a España con una capacidad de Internet internacional o nacional, pero carece de la infraestructura para poder alcanzar al usuario final. Por tanto, tiene que vender sus capacidades a los intermediarios que pueden hacerlo. Actualmente, en nuestro país sólo cuentan con capacidad propia para llegar al usuario final los operadores de cable, algunos operadores de nicho y, para todo el territorio estatal, Telefónica, que continúa teniendo el monopolio de hecho de las líneas de ADSL. En definitiva, todos los operadores con intención de vender líneas ADSL han de contratarlas al operador dominante. De hecho, la banda ancha deja un margen bruto a Telefónica de España del 54,6%
La gran paradoja en este caso es que los operadores, a diferencia de los productores de hortalizas, tienen acceso a la comercialización del producto, es decir, tienen imagen de marca (todos conocemos firmas como Auna, Jazztel, Comunitel, Ono....), y, además, la mayoría dispone de elementos productivos. Entonces, ¿qué es lo que falla? La respuesta es clave: no tienen la infraestructura de aprovisionamiento con que cuenta Telefónica.

Atomización
De la misma forma que en la huerta no hay un asociacionismo real con el que plantar cara a los intermediarios (existen asociaciones, pero los actores son demasiado egoístas como para realmente trabajar coordinadamente en pro de un interés común), tampoco los operadores han establecido un frente común de negociación que les permita presionar a la baja los costes de utilización de las infraestructuras. Cada uno negocia directamente con el dominante.
No hablamos en este apartado de los costes de interconexión o de la venta mayorista de ADSL, dado que estos aspectos están regulados por la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), sino de la provisión de servicios o los precios y la operativa real de cómo se interconectan los operadores a los PAI de Telefónica (puntos en los que los operadores tienen que interconectar sus infraestructuras con las del dominante para poder ofrecer a sus clientes servicios ADSL).
La realidad final es que, del precio último que ofrecen los operadores de ADSL, Telefónica se queda con el 60%; es decir, Telefónica vende una marca blanca de ADSL a los operadores a cambio del 60% de lo que estos cobran de media al usuario final. Así, de los 30 a 40 euros que cobran al mes, 24 se los lleva Telefónica. En definitiva, en este aspecto sus ingresos están garantizados, porque si no proceden del cliente final, se los abona su competidor, que en la gran mayoría de los casos también es cliente suyo.

Oligopolios y cárteles
Todos recordarán aquella película llamada “La ley del silencio” (On the waterfront; Elia Kazan, 1954), en la que Terry Malloy (Marlon Brando) se enfrenta a los cárteles de estibadores de los puertos de Nueva York para conseguir unas mejores condiciones para él y sus compañeros de profesión. Algo parecido a esto es lo que parece estar sucediendo en el mundo de la distribución de los alimentos frescos. En el sector de las telecomunicaciones el escenario es mucho más sofisticado.
No es que en las telecomunicaciones existan monopolios de derecho, pues las autoridades, tanto la CMT como el Ministerio, se esfuerzan sobremanera en eliminarlos desde 1998. Pero, si analizamos los resultados de los diez operadores que en 2002 más facturaron, vemos que sólo ganaron dinero los tres de móviles y Telefónica; el resto tuvo pérdidas. Podemos suponer, por tanto, que la fuerza de las cuatro operadoras en cabeza es suficientemente grande como para que el resto de los actores se unan para crear un frente común desde el que defender sus intereses ante el competidor por naturaleza, Telefónica.
Esto es lo que en numerosas ocasiones sugería Josep Piqué, ex ministro de Ciencia y Tecnología. Sin embargo, como dijo Joan David Grimà, consejero delegado de Auna, en respuesta a esta corriente de opinión, “la unión de los operadores secundarios daría lugar a empresas más grandes perdiendo más dinero”. Hay que tener en cuenta que las pé

TE PUEDE INTERESAR...

Contenido Patrocinado

Forma parte de nuestra comunidad

 

¿Te interesan nuestras conferencias?

 

 
Cobertura de nuestros encuentros
 
 
 
 
Lee aquí nuestra revista de canal

DealerWorld Digital