Presente y futuro del sector electrónico y de telecomunicaciones en España

El hipersector español de electrónica y telecomunicaciones, que incluye además de todos los componentes, equipos y sistemas electrónicos, sus aplicaciones en forma de servicios más sustanciales (telecomunicaciones, audiovisual, informática, comercio electrónico, contenidos electrónicos e Internet), superó el último año los 10,8 billones de pesetas. Esta cifra de mercado, realmente impresionante –equivalente a más del 10% del PIB–, como ya sucediera el año anterior, vino acompañada de una extraordinaria tasa de crecimiento; concretamente más de un 23%, que sumado al de años anteriores, le ha permitido duplicar su volumen de actividad en apenas cuatro años.
El brillante recorrido de los últimos años es el resultado de un largo y complejo proceso caracterizado por diversos factores: una cierta tradición industrial, que, con desigual comportamiento, ha venido estimulando y soportando la considerable expansión del mercado de componentes, de electrónica profesional y de consumo; un sector de telecomunicaciones, que, en su vertiente industrial y de servicios, ha tenido un comportamiento histórico –con algunos altibajos y debilidades– casi modélico; un crecimiento económico relativamente alto, sano y sostenido; una regulación de los mercados audiovisual y de telecomunicaciones, que, salvo en la última etapa –ya en parte rectificada–, ha impulsado de manera muy adecuada dichos sectores; y por último, una sociedad preparada y dispuesta al cambio, que sin complejos y con toda naturalidad está consumiendo y usando, tanto productiva como socialmente, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación para vivir crecientemente integrada en la nueva “sociedad red”.
Esta visión optimista, pero perfectamente sostenida por los datos de nuestra realidad, debe ser matizada, si se quiere saber más exactamente dónde estamos y hacia dónde deberíamos encaminarnos.

POSICION ESPAÑOLA
A nivel internacional, las comparaciones nos suelen colocar en un mal lugar; casi indefectiblemente en la cola de la “nueva economía”. Pero ello se debe más a una ausencia de rigor que a otra cosa. Los estudios e informes internacionales, con la única excepción de las telecomunicaciones, tienen serias dificultades para ponerse de acuerdo –en realidad ni se ha intentado seriamente hasta ahora–, siquiera en el vocabulario de las tecnologías de la información y la comunicación; hasta el punto de que las llamadas TIC contienen conceptos distintos que, raramente explicitados, hacen difícil o casi imposible establecer comparaciones rigurosas.
Siendo esencialmente infundadas ciertas infravaloraciones de la “nueva economía española”, una visión analítica y, por tanto, más matizada de nuestra realidad muestra que, en materia de telecomunicaciones, las redes fijas están menos extendidas y renovadas tecnológicamente que lo que debieran; en telecomunicaciones móviles nos situamos a primer nivel mundial; y en equipamientos electrónicos del hogar España está a su nivel de renta. En cuanto a aplicaciones informáticas y de electrónica profesional, disfrutamos un panorama desigual, ya que frente a sectores como el financiero –posiblemente líder mundial en la materia–, el automovilístico, el de transporte, algunos servicios y muchas administraciones públicas, que están al último estado del arte tecnológico, conviven estructuras industriales, pequeñas y medianas empresas y ciertas funciones de la administración pública que se encuentran relativamente infradotadas de TIC. Y finalmente, el despliegue de Internet es claramente insuficiente, particularmente en la educación y en las pymes.
Para que los efectos de la “nueva economía” puedan manifestarse con todo su verdadero esplendor, no basta con el consumo de TIC, aún siendo ello muy importante; es necesario generarlas y producirlas. Su directa contribución a la creación de riqueza nacional -un verdadero signo de los nuevos tiempos-; de empleo de alta cualificación y remuneración; de tecnologías propias y adyacentes, y otras tantas influencias industriales indirectas, como la exportación de productos y tecnologías y la implantación de empresas españolas en el exterior, serán vitales –lo están siendo ya–, para determinar el liderazgo de las naciones.
Aquí debe entrar en consideración también el esfuerzo en I+D que realiza el sector: el año pasado gastó más de 164 millardos de pesetas, y empleó a más de 10.000 personas en sus actividades de investigación y desarrollo. Tal esfuerzo equivale a más del 40% del total nacional correspondiente a las empresas, lo que nos sitúa –desde hace tiempo– como líderes nacionales.

DESAFIO HISTORICO
Tras lo acontecido los últimos años, cabe concluir que, después del extraordinario despliegue del mercado, el futuro inmediato, aun siendo de crecimiento, no presenta perspectivas tan halagüeñas como las del reciente pasado. No dejando de resultar lógico que no se pueda seguir duplicando el tamaño del sector cada cuatro años, aún disponemos de bastante margen para seguir apostando por crecimientos altos.
Para retomar la senda de alto desarrollo del sector en todas sus manifestaciones (mercado, producción, innovación tecnológica y exportación) habría que restar incertidumbre regulatoria y presión fiscal en telecomunicaciones, armonizar el mercado de consumo con el de la Unión Europea y, finalmente, incentivar seria y consistentemente el desarrollo tecnológico nacional. Todo un desafío para España en un momento histórico lleno de oportunidades que podemos y debemos afrontar y resolver de la mejor manera posible.

Jesús Banegas Núñez, Presidente de ANIEL
Asociación Nacional de Industrias, de Electrónica y Telecomunicaciones

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