Mucha incertidumbre (todavía)

Josep Piqué asumió la cartera del Ministerio de Ciencia y Tecnología hace ya nueve meses con la intención de introducir aires renovados en el sector de telecomunicaciones. Y ciertamente han cambiado algunas cosas. Piqué ha liberado a las operadoras de móviles del insoportable peso financiero que suponían los avales del UMTS. También se ha suavizado la regulación en cuanto a los descensos anuales que tenía que practicar Telefónica en sus precios de telefonía fija, a través del price cap. Se ha nombrado a un nuevo presidente de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, Carlos Bustelo, que ha sustituido a José María Vázquez Quintana. Se ha puesto fin al megalómano plan Info XXI, que, con un presupuesto de 5.000 millones de euros y casi trescientos proyectos, apenas ha cosechado frutos.
Así se podía seguir con unas cuantas actuaciones adicionales, y aunque unas son de mayor importancia que otras, todas son positivas. La supresión de avales es el primer paso para que las operadoras puedan a volver a respirar. La eliminación del price cap evita un deterioro continuo en los márgenes de las operadoras. La incorporación de Bustelo a la CMT puede dotar a este organismo de una visión más abierta y con menos celo regulatorio. Y la cancelación del Info XXI es el primer paso para que el Gobierno, de una vez por todas, se decida a hacer una política pragmática y concreta en materia de la Sociedad de la Información. Sin embargo, Piqué, al que no se le puede negar una mayor cintura política que su predecesora en el cargo, Anna Birulés, no ha conseguido espantar del todo el fantasma que durante los últimos tres años ha estado atemorizando a las operadoras de telefonía y al sector tecnológico en general: la incertidumbre.
Igual de notorios que los éxitos y la agilidad en la toma de decisiones con relación a algunos aspectos están siendo los retrasos y la falta de reflejos con respecto a otros. El mercado telefónico sigue gangrenado por un montón de incógnitas difíciles de resolver, y por otras que, aunque no existían con anterioridad, están naciendo a raíz de algunas decisiones adoptadas por el actual ministro de Ciencia y Tecnología o derivadas de sus competencias. ¿Saldrá definitivamente la Ley Audiovisual adelante, o seguirá atascada en los laberintos y vericuetos políticos hasta la próxima legislatura? ¿Qué trato recibirán los operadores de cable en la nueva Ley General de Telecomunicaciones? ¿Se permitirá a todo tipo de compañías la posibilidad de competir en el cable, o se impondrá una moratoria de uno o dos años antes de que ONO y Auna tengan que abrir sus demarcaciones a otros competidores? ¿Qué papel deberá jugar la Agencia del Espectro y por qué no se ha creado un órgano independiente, adscrito a la CMT? ¿Para cuándo la factura única, que en teoría debería haber estado lista a comienzos de año para permitir un mayor impulso de la competencia? ¿Qué nuevo modelo de gestión adoptará la CMT con Bustelo a la cabeza? En el mercado se da por sentado que la Comisión necesitaba una renovación de filosofía, pero después de cinco meses apenas se han visto resultados prácticos de esa transformación.
La lista podría seguir durante algunos renglones más, incluso llegar a preguntas trascendentales, como la de quién será el próximo ministro del ramo una vez que Piqué se ha decantado por desarrollar su carrera política en Cataluña. Son demasiadas dudas que Ciencia y Tecnología no puede mantener en el aire. Las incertidumbres, que tanto se criticaron en los tiempos de Birulés como la peor lacra que estaba lastrando al sector, también están haciendo mella con Piqué. Por mucho que algunas acciones se hayan disfrazado de grandilocuentes palabras, la realidad se está encargando de desenmascararlas. Algunas decisiones ministeriales tienen más de efectismo de cara a la opinión pública que de resultados concretos.