Mejor trabajar desde fuera

No hay mal que por bien no venga, dice el refrán. Especialmente entre los empleados de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT). El calvario que supuso para muchos el traslado a Barcelona se ha transformado en un paraíso. Algunos de esos empleados, que en su día tuvieron que resignarse a abandonar la CMT –eso sí, con jugosas indemnizaciones– han terminado trabajando para ella con contratos externos. Es la cara oculta del traslado. Con la mudanza, la entidad perdió a sus mejores profesionales –abandonaron los más capaces y los que menos problemas de recolocación tuvieron–. Con esa fuga masiva de cerebros, la CMT quedó inoperativa y tuvo que volver a pagar por los servicios de esos mismos profesionales, desde el exterior y a mayor precio. La primera experiencia en este sentido fue la elaboración del último informe anual. La estructura estadística del informe sólo la dominaban empleados muy concretos, a los que se dejó escapar y luego hubo que pedir que trabajaran desde fuera para el informe, a modo de colaborador externo. Y la CMT sigue falta de personal, por mucho que sus actuales responsables se empeñen en negarlo. Los últimos concursos públicos casi ni se cubren por falta de aspirantes. En esta situación, el organismo que preside Reinaldo Rodríguez ha tenido que contratar a una empresa externa para que de apoyo técnico al regulador. Se trata de Isdefe (Ingeniería de Sistemas para la Defensa de España), un grupo vinculado al Ministerio de Defensa. Uno de los primeros encargos a Isdefe es el nuevo informe anual. Entre los fichajes estrella de Isdefe está María Gómez, que fue directora de mercados de la CMT. Gómez, a su vez, tirará de otros ex técnicos de la Comisión. De seguro, todos pensarán lo mismo: mejor trabajar para la CMT, haciendo lo mismo, desde fuera–donde los sueldos se cotizan más–, que desde dentro.

Yo oigo, y tu esperas. Lo ocurrido en la CMT es una falta de previsión y de organización de recursos. Como lo es también el arranque de Yoigo. Después de seis años esperando al cuarto operador de móviles, la compañía inició su actividad comercial en diciembre con un modelo muy parecido al de las aerolíneas de bajo coste (servicios muy simples, outsourcing de muchas partes del negocio, costes fijos y personal en plantilla en mínimos…). Tras un enorme despliegue publicitario que aún perdura en televisión, la compañía se ha visto desbordada, a razón de más de mil altas diarias en los primeros 15 días de anuncios. Como resultado, la empresa no da abasto. Aquellos que lo solicitan por Internet deben de esperar más de 48 horas –bastante más de lo prometido– para recibir el terminal por Seur. Lo más llamativo es que el Gobierno, especialmente sensible en los últimos meses con respecto a fiascos empresariales como la aerolínea low cost Air Madrid, que prometen lo que no pueden dar a bajos precios, y absolutamente inquisidor con respecto a las tarifas y los servicios como Telefónica, Vodafone y Amena no haya tomado ya cartas en el asunto. Algún secretario del Ministerio de Industria ya se ha echado las manos a la cabeza, y ha empezado a advertir a sus superiores o colegas (entre ellos el presidente de la CMT), que se pronuncien, al menos como una sucinta amonestación a Yoigo. “Espera, espera, no se puede matar a los móviles virtuales nada más nacer, al fin y al cabo, es lo único realmente notorio que hemos hecho en esta legislatura en materia de telecomunicaciones”, le han venido a decir.

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