Megafusión, parte II

¿Cuestión de tamaño? - El eco de Varsavski - Hay otros caminos

Y van dos. El pasado agosto, el ministro de Ciencia y Tecnología, Josep Piqué reconocía, animando más expresa que veladamente, la existencia de negociaciones entre Uni2, Jazztel y Auna para fusionar los tres operadores a fin de competir en mejores condiciones con Telefónica, que, como reflejan los datos de la CMT, todavía controla casi el 80% del mercado de telefonía fija. Según Piqué, de tener éxito tales negociaciones redundarían en beneficio de las telecomunicaciones españolas, puesto que “la única forma de competir con Telefónica en la prestación de servicios de telefonía básica es tener una cierta dimensión. En la actualidad, con la convergencia tecnológica, el principal competidor de Telefónica es Telefónica Móviles”. Al ser preguntado sobre el posible beneplácito del Gobierno a una fusión de este tipo, el ministro señaló que “el Gobierno a priori no pone impedimentos a las operaciones de concentración entre los operadores de telefonía fija”. Insulsa declaración oficial que no rima con lo anterior.
Aunque en estos momentos se está enfriando la expectación con que se recibió en medio de los calores del verano la confirmación oficial de la existencia de contactos en busca de esta megafusión, que al menos sirvió para dar un respiro -siquiera transitorio- en Bolsa a la delicada situación de Jazztel, no es la primera vez que aparece en escena la voluntad de llegar a un acuerdo en tal sentido. En marzo de 2002, el fundador y entonces presidente de Jazztel, Martín Varsavski, declaraba en Portugal que su compañía mantenía abiertas conversaciones con Uni2 para llegar a una fusión, a la que, según sus deseos, se deberían unir Retevisión (ahora integrada en Auna) y las portuguesas Novis y ONI (donde se enmarca Comunitel). El objetivo citado en aquella ocasión era el mismo que el reconocido por Piqué el mes pasado, con la salvedad de que entonces la idea era formar un gran operador ibérico, extendiendo su presencia al mercado portugués, como única arma para competir en mejores condiciones con Telefónica y Portugal Telecom. “Juntos tendremos una buena oportunidad; separados, muchas dificultades”, aseguraba Varsavski, sin saber que Piqué vendría públicamente a coincidir con él casi año y medio después.
En el fondo de estos movimientos, tan bien vistos –parece– por la Administración, se encuentra la vieja hipótesis de que sólo se puede competir a lo grande con un grande siendo grande. Pero no todos están de acuerdo con tanta grandilocuencia. Curiosamente, uno de los implicados en las conversaciones de fusión, Uni2, manifestaba en la prensa, en boca de su director financiero, Baldomero Sánchez Falcón, justo unos pocos días antes de las declaraciones de Piqué, y tras reconocer que había habido negociaciones en tal sentido, que “la solución en estos momentos no es precisamente la concentración. No por la suma de pequeñas cuotas de mercado vamos a poder hacer grandes apuestas de futuro”.
Aunque en paralelo, coincide la postura actual de Uni2, operador de carácter global, con la que vienen manteniendo otros operadores con mercados más segmentados, como Colt Telecom, cuyo máximo responsable en España, Ángel Rojo, explica a quien quiera escucharle que la buena evolución de su compañía se debe precisamente a la focalización del negocio con altos niveles de calidad. En el caso de Colt, en el segmento empresarial, pero ejemplos similares hay muchos, y cada uno con un mercado objetivo igual o diferente, ya sea por segmentación de la demanda, ya sea por focalización en determinados tipos de servicios.
Y no es que la estrategia de sumar cuotas de mercado no tenga sentido (hay muchos ejemplos con éxito, al igual que muchos con fracaso), pero en las condiciones actuales podría no ser la mejor solución; no sólo porque, de partida, Telefónica seguiría siempre en cabeza por participación de mercado, sino porque quizá sean otras las cuestiones que verdaderamente importan. Como decía el director financiero de Uni2, antes de llegar a un acuerdo de este tipo, se necesita disponer de “un campo de juego estable”. Justo lo que ahora no tenemos.

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