Habemus presidente

Casi dos meses después de que Carlos Bustelo dimitiera como presidente de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), el consejo de ministros ha nombrado a Reinaldo Rodríguez Illera como sustituto. Es seguramente la mejor elección entre las posibilidades que había, que no eran muchas. Encontrar a alguien capacitado, con fuerte formación técnica, afín al actual Gobierno, conocedor de los entresijos del organismo y dispuesto a recomponer la CMT –traslado de sede incluida- no tiene que haber sido fácil. Con todo, el nombramiento de Reinaldo Rodríguez (Oviedo, 1952) al frente del máximo órgano regulador tiene sus luces y sus sombras. La tardanza en el nombramiento demuestra hasta qué punto éste organismo ha caído a una consideración secundaria para el Gobierno. Dos meses de incertidumbre, hasta que se ha despejado el vacío de poder dentro de la CMT, son demasiado tiempo y lleva a preguntarse hasta qué punto este organismo es realmente importante para el ejecutivo y si el papel que se le quiere dar es o no relevante. Todo apunta a que el Gobierno prefiere una CMT poco polémica, alejada de fricciones con los grandes operadores, especialmente Telefónica, así como con la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones y otros organismos, como Defensa de la Competencia. En definitiva, quiere una CMT que no sea displicente, en contra de la idea que perseguía Bustelo. Desde el punto de vista personal, para Reinaldo Rodríguez la presidencia de la CMT –de la que ha sido consejero seis años– es un gran reconocimiento a dos décadas dedicadas a las telecomunicaciones. Pero ese reconocimiento no quedará en nada si al final el nuevo presidente no consigue dotar a la Comisión de una personalidad propia dentro del mercado, lejos del carácter sombrío que ha empezado a adquirir. Reinaldo Rodríguez, temperamental y vehemente en sus argumentos cuando tenía que defender algo como consejero de la CMT, puede ser precisamente la persona más adecuada para no caer en la dinámica de ir diluyendo el papel de un organismo regulador que, ahora más que nunca, se enfrenta a sus mayores retos. Pero ese carácter no está exento de peligros. Dejando de lado la laboriosa tarea logística que supone el traslado de sede, el verdadero reto de la CMT en los próximos meses es rediseñar al completo las reglas de competencia telefónica en España, a través de la definición y análisis de los mercados. Pronto empezarán a surgir polémicas en las que Reinaldo Rodríguez tenga que demostrar que, además de su fuerte carácter para defender argumentos individuales como consejero, también tiene dotes negociadoras para buscar soluciones consensuadas. A la vuelta de la esquina están problemas esperando como el de si se abre o no definitivamente el fondo para el servicio universal, para que no sea sólo Telefónica la que lo sufraga. O si se impulsa la figura de los operadores móviles virtuales. Rodríguez Illera fue en su día un ardiente defensor de abrir el fondo, en contra de la mayoría del consejo. Y también ha apoyado activamente la introducción de los móviles virtuales, frente a la pasividad de otros consejeros. Todos estos precedentes dan pie a pensar que a partir de ahora serán muchas cosas las que cambien en la CMT.

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