Eritel

Con el acuerdo al que han llegado los representantes de la empresa y de los trabajadores, comienza a darse vida en Eritel al Plan de Reestructuración de la Compañía. Las negociaciones han sido arduas, complicadas y tensas, por la delicadeza y transcendencia de los puntos a debatir, y en nada se asemejaban a la especie de parodia que habían vaticinado los más escépticos y críticos componentes de la plantilla, presagiando un desenlace consensuado previamente. La existencia de un documento base, que ha estado presente en todas las reuniones, ha contribuido a que las partes en debate profundizasen en los temas y enriquecieran sus argumentos para intentar sacar adelante los puntos de vista que defendían. Concretar y aprobar la cuantificación por conceptos estaba difícil, ya que se partía de posturas contrapuestas. Pensar en extrañas conversaciones inductoras del acuerdo, es alimentar la visceralidad de los eternos descontentos. Hubo una asamblea en la que se pudo desmontar, mediante el libre ejercicio del voto, lo que laboriosamente había edificado la Comisión Negociadora, pero fueron aprobados los términos del preacuerdo. Esta tajante ratificación de los trabajadores a los logros de sus representantes es suficientemente elocuente. ¿O son tan insensatos que aceptan dócilmente lo que les propongan? Quienes tendenciosamente manifiestan esta posibilidad, tratan de mimetizar la listeza y sensatez de los profesionales para defender sus derechos y reivindicar mejoras.

El primer punto del acuerdo dice así: Tras el examen de los resultados de la Compañía, de la plantilla existente, y demás factores expuestos en el Plan de Reestructuración, ambas partes acuerdan que el número de trabajadores que extinguirán sus contratos de trabajo será de 150, reduciéndose así significativamente el número de excedentes de plantilla pretendido por la Dirección de la Compañía. Dichos contratos de trabajo serán extinguidos con amparo en lo dispuesto en el artículo 51 del Estatuto de los Trabajadores, toda vez que se reconoce la existencia de la causa económica. La indemnización bruta será de 35 días de salario por año de servicio y se repartirá un fondo bruto de 115 millones de pesetas entre los trabajadores incluidos en la lista definitiva de afectados, dándose la posibilidad, a los mayores de 58 años o que cumplan esta edad en 1994, de acogerse a la alternativa consistente en una indemnización en especie formada por un Seguro de Renta Temporal y Renta Vitalicia.

Los no afectados inicialmente, también han tenido la opción de solicitar su inclusión. Pese a todo, siempre se pueden encontrar motivos para discrepar y alegar agravios comparativos. Algunos porque no quisieran irse y otros porque no les dejan marchar; los 35 días por año de servicio frente a los 45 concedidos a quienes se acogieron voluntariamente en períodos anteriores, o la retención a cuenta, ahora, del IRPF sobre las cantidades que les corresponda percibir. Asimismo, la garantía de que no se vulnerará el acuerdo, ni tan siquiera parcialmente, radica en la constitución de la Comisión de Seguimiento, que ejercerá sus funciones hasta el 31 de marzo de 1995.

En general, cuando se plantean problemas como el que protagoniza Eritel, conviene meditar que, en una empresa en marcha, los artífices de la creación de empleo son los trabajadores y quienes contratan los productos y/o servicios. Los primeros haciéndolo bien y ganando confianza, los segundos adquiriendo las opciones más ventajosas, En esta sintonía, las facturaciones crecen y posibilitan la generación de empleo. De no cumplirse estas condiciones, por muy buena voluntad que ponga el empresario, la incorporación de nuevos empleados será inviable y las ampliaciones de capital surtirán el mismo efecto que si se arrojara el dinero al mar. Los trabajadores, por lo tanto, tienen en sus manos el poder satisfacer a los clientes y estimular al empresario para aumentar la plantilla.

Y ahora, ¿qué? Después del reajuste selectivo llevado a cabo desde la Dirección, una cosa queda clara: si Eritel no se sitúa en el lugar que se supone debería ocupar entre las empresas que ofrecen servicios informáticos, la culpa de un posible fracaso habría que imputársela, única y exclusivamente, a quienes desempeñan labores de dirección. Y no valdrían evasivas aduciendo que se impone una nueva reducción ante la persistencia de pérdidas ya que, de continuar la tendencia negativa, habría que preguntarse si tiene sentido la supervivencia de la empresa o si, por mala gestión, quien sobra realmente es la cúpula directiva.



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