El paraíso no tiene redes inalámbricas
La idea de mejorar la productividad de los empleados a través del uso de las nuevas redes inalámbricas es muy respetable siempre que no se consiga a expensas de aumentar el número de horas dedicadas a la empresa. Nadie puede negar que se adelanta trabajo cuando se responde a los correos urgentes justo antes de entrar al cine, o cuando se termina un informe a media noche en el hotel HighTech-NoDream. Pero pocas personas se sienten felices y contentas por utilizar una tecnología que les permite seguir laborando más allá de lo recomendable o deseable. Bienvenidas sean las redes inalámbricas, la movilidad y el trabajador siempre conectado en horario laboral -aunque no tenga una permanente sonrisa en la boca-, pero se debe evitar que el mal uso de estas herramientas del siglo veintiuno generen empleados del siglo diecinueve. Quizá sean los trabajadores de las empresas tecnológicas los más expuestos a este riesgo, porque muchos de ellos padecen una ansiedad existencial que les empuja a estar ‘siempre conectados’ y ven con sumo agrado que su empresa les “regale” una PDA con GPRS o una tarjeta 3G para el portátil. Los técnicos y directivos de estas empresas que llevan el correo electrónico en el bolsillo, tienen acceso a la intranet incluso dentro del baño -ahí sí que se aumenta la productividad- y que se llevan el portátil a la playa han empezado a borrar la línea que separa su vida laboral de su vida privada, olvidando que ambas duran lo mismo: dos días. Alguno se ganará el cielo por su dedicación y entrega permanente a su empresa, pero allí San Pedro les dará una mala noticia: fili mi, el paraíso no tiene redes inalámbricas.