El amigo nigeriano
Goethe prefería la injusticia al desorden. Algunos ISP y ESP han llevado esa idea hasta límites absurdos, como advierte el grupo de trabajo sobre protección de datos de la UE. Como ejemplo citan a Yahoo, que se reserva el derecho a analizar, rechazar y eliminar cualquier contenido que consideren oportuno. Tal cual. La privacidad de las comunicaciones es un derecho fundamental en España y en Europa, y la línea que separa los mecanismos de protección lícitos de aquellos que vulneran ese derecho es muy delgada. Piense, por ejemplo, en el correo basura. Está ahogando a la Red. Los métodos más eficaces para combatir esta lacra son caros y detectan, más o menos, nueve de cada diez mensajes no deseados. Pero pueden tener una eficacia del 100% a cambio de un poco de injusticia: los falsos positivos. Cualquiera puede acabar con el desorden que le genera el spam a costa de tirar a la basura, cada día, algunos correos mal clasificados. Si ese cualquiera es una empresa que gestiona el correo para un tercero habrá traspasado la línea de la legalidad, como señala el grupo de trabajo de la UE. Otras iniciativas que se toman la justicia por su mano (sobre phising vea, por ejemplo, phishfighting.com) siguen el pensamiento de Goethe pero, triste destino de las malas ideas, fallan en su objetivo. No se reduce, y mucho menos se acaba con los fraudes en Internet a través de otros engaños o de mecanismos que vulneran o coartan los derechos de los ciudadanos. Por supuesto que hay que luchar contra el delito en la Red, pero exactamente igual que fuera de ella, esto es, respetando el Estado de Derecho y sus leyes. Hay que desconfiar de quienes defienden la seguridad total, el filtrado completo y la protección sin fisuras de los inocentes internautas, de sus equipos y de la información que reciben. El desorden propio de la libertad acompaña a la Justicia que, junto al sentido común, nos defienden de los regalos del amigo nigeriano.