Días de trasiego

Telefónica mira a China después de haberse “comido” Cesky Telecom; Deutsche Telekom tiene sus ojos puestos en Albura, de la que lleva meses deseando salir Red Eléctrica; Hispasat sopesa si seguir aferrada a la tutela del Estado mientras encuentra socios que realmente quieran impulsar sus proyectos; Auna está en pleno proceso de cambio de accionistas; Xfera espera como agua de mayo que Hutchison entre en su capital para poder salir de la hibernación; Jazztel coquetea con Comunitel… ¿Alguien puede decir que el sector de las telecomunicaciones en España está mortecino? A juzgar por los movimientos corporativos presentes y por los que parecen configurar el futuro más inminente nadie dirá que el mercado ibérico de la telefonía está quieto.
El sector de las telecomunicaciones en España ha estado demasiado tiempo parado, a la espera de un proceso de concentración que nunca llegaba, o al albur de tiempos mejores en los que la propia inercia del mercado solucionara todos los problemas. Por eso, y con contadas excepciones, el sector español en general no ha brillado en los últimos cuatro años. Los hechos están ahí. Mientras que en otros países la competencia ha logrado arrebatar cuotas significativas de mercado al antiguo monopolio, en nuestro país no se han conseguido establecer operadores que realmente hagan temblar a Telefónica. Mientras que UMTS ya es una potente realidad comercial en otros países, en España los primeros escarceos empiezan ahora. Mientras que ofertas vanguardistas como el “triple play” son el pan nuestro de cada día en mercados como el francés o el italiano, en España son una rareza…Los ejemplos podrían seguir en una larga lista.
A la espera de que se pueda configurar un nuevo mapa de telecomunicaciones, más ágil y dinámico, los movimientos corporativos –de la índole que sean– siempre son bienvenidos. Tiempo habrá de juzgar si las empresas que salgan como fruto de esos movimientos accionariales son mejores o peores que las que existen en el panorama actual. Lo deseable sería que esta especie de rediseño de última hora que vive el entramado empresarial español de las telecomunicaciones fuera rápido y aséptico, como una operación quirúrgica. Si bien los movimientos corporativos, como cualquier terapia de choque, son una señal positiva de que las cosas empiezan a cambiar y pueden mejorar, si se prolongan demasiado en el tiempo se transforman en incertidumbre. Y no hay peor cáncer comercial y operativo para una compañía que la indefinición accionarial.
Un desenlace veloz es especialmente necesario para casos específicos como el del grupo Auna. El proyecto, que nació para convertirse en el gran competidor del ex monopolio en España en todos los ámbitos de la telefonía, se ha quedado navegando entre dos aguas. Desde luego, es un holding que por tamaño destaca entre todos los operadores alternativos. Pero su impulso no llegó tan lejos como para hacer tambalear los cimientos de Telefónica.

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