De la innovación a la optimización

Hace pocas semanas tuve la oportunidad de escuchar en Las Vegas a Sanjay Kumar, presidente y consejero delegado de Computer Associates. Kumar es de esa nueva generación de directivos “post-burbuja” mucho más cercanos a la problemática real de las empresas y más alejados de los discursos proféticos que caracterizaban a algunos de los hoy difuntos -profesionalmente hablando, claro está- gurús de la nueva economía. En la ciudad del exceso fue un placer poder conversar con Kumar, que realmente es un “hombre tranquilo”.
Todo esto viene a cuento por el inteligente comentario que Sanjay nos hacía. En su opinión, y también en la mía, existen demasiados fabricantes de tecnología ofreciendo demasiados productos, generalmente difíciles de integrar, por lo que el resultado final son plataformas excesivamente complejas. Por ello, parece lógico pensar que el avance tecnológico de los próximos años no vendrá dado por nuevas tecnologías, sino por nuevas maneras de hacer sencillo lo complejo.

“No proliferación tecnológica”
Como comentaba, estoy completamente de acuerdo con esta afirmación. Hoy, la ventaja competitiva que la tecnología puede seguir generando (sí, sí, no me he equivocado, la tecnología puede seguir creando valor por vilipendiada que haya sido en esta pseudocrisis) no vendrá dada por la innovación sino por la optimización. Estamos en ese momento que algunos llaman de “no proliferación tecnológica”, en el que antes de proceder a nuevos desarrollos se hace imprescindible consolidar, integrar y optimizar los recursos existentes. Pero, cuidado, que esto no significa no invertir en tecnología. Recordemos que reducir el gasto TI no es no invertir sino invertir mejor, hacerlo en aquellas soluciones que permitan reducir el gasto en mantenimiento, gestión e integración, que sigue siendo la mayor partida del gasto en tecnología de las empresas. Por eso, invertir en integración y consolidación -en una palabra, en soluciones al caos en el que se han convertido muchos de los sistemas TI de las grandes empresas- puede ser un medio poderoso de reducción de esos gastos tecnológicos que no estamos atacando si simplemente nos dedicamos a no invertir en tecnología sin plantearnos si es posible optimizar la infraestructura tecnológica que tenemos.
Además, estas inversiones que hoy permitirán optimizar nuestras plataformas harán posible mañana estar preparados para lo que queda por llegar; porque, como dice Tom Peters, no es que no sepamos cuándo las cosas van a volver a lo normal, es que ni siquiera sabemos lo que es normal. El cambio es y va a seguir siendo el paradigma constante de nuestro tiempo. La flexibilidad es, sin duda, en este contexto un requisito imprescindible para la infraestructura tecnológica de las empresas. La tecnología debe adaptarse a las necesidades del negocio, y, cuando éstas cambian, aquélla ha de ser capaz de cambiar también sin necesidad de abandonar los recursos existentes.

Por Jaime García Cantero
Director de Análisis de IDC

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