Alivios suicidas

Reducir no es suprimir - Lo plano es plano - Que todos ganen

Reducir y suprimir ni son sinónimos ni antónimos, aunque algunos directivos no acaben de comprender el amplio espectro semántico de ambos conceptos. Y cuando los directivos no comprenden, mal vamos. Obsesionadas con el ahorro de costes, algunas empresas se están poniendo la soga al cuello comprometiendo no sólo su futuro sino incluso, cuando la paranoia ya rige abiertamente todas las decisiones, su presente. Si esto es cierto en algunas organizaciones cuyas actividades todavía no dependen significativamente de las TI, en aquellas -grandes y muy grandes por lo general, aunque también algunas más modestas de sectores muy específicos-, donde desde hace tiempo prácticamente todos los procesos de negocio se intrincan indisolublemente con la informática y las telecomunicaciones, es una evidente obviedad. Pero hay obviedades no tan obvias; al menos no para todos.
Tanto cifras y análisis macroeconómicos como previsiones oficiales y privadas coinciden en que esta vez el huracán no se está cebando directamente con España, pero la crisis se percibe en distintos indicadores. Vázquez Quintana, todavía hoy presidente de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, durante la inauguración del XI Congreso de Autel, y a partir de los datos del informe anual sobre el sector correspondiente a 2001, aseguraba que todos los segmentos habían experimentado crecimientos, y que, por tanto, el pesimismo reinante respecto al futuro del sector de las telecomunicaciones no es objetivamente justificable. Él sabrá, pero no hay más que dedicar unos minutos al día a hablar con los responsables de las empresas de nuestro sector para comprender el bache que atravesamos, una herida abierta por donde respira hoy una industria que ha de bregar en nuestro país con problemas propios y con los ecos –algunos sangrantes- de los de fuera.
El reflejo de uno de estos ecos nos llegaba hace pocas semanas desde Orlando (Florida), donde un buen número de directivos de TI, reunidos en el Symposium ITXPO organizado por Gartner, manifestó su falta de sincronía con la firma consultora anfitriona, al considerar que la evolución del sector se mantendrá plana, al menos, en lo que respecta a este año. Gartner estima, sin embargo, un incremento del gasto de un 3,4% para 2002.
Otro de esos ecos internacionales viene de los consultores de Meta Group, que a contracorriente de sus colegas, coincidían con el sector pesimista de Orlando en pronosticar un comportamiento plano del gasto en TI aún durante muchos meses. Es más, para Meta Group, cualquier factor que se incremente lo hará artificialmente: cuando los ingresos generales caen, suele aumentar el porcentaje que el gasto en TI de las empresas representa en tales ingresos, sin que en realidad crezca su volumen. Quizá aquí resida el principio de tantos desencuentros entre tan distintas previsiones, y parte de todos los malentendidos que nos impiden recuperar el verdadero Norte.
La verdad es que nadie sabe nada con certeza y mientras algunos se muestran optimistas sobre la futura evolución del mercado, otros coinciden en que también puede ser peor de lo esperado. Y peor de lo esperado no sólo para fabricantes, operadores y proveedores, sino para los propios clientes.
El panorama económico en que nos movemos está llevando a que muchas empresas –a un paso de eliminar las sutilezas entre recorte y supresión- ya no puedan seguir realizando ahorros en el gasto en TI sin comprometer sus operaciones del día a día. Si las organizaciones no analizan los riesgos frente a los beneficios potenciales que supone dejar de invertir en nuevas iniciativas y sistemas TI, se arriesgan a perjudicar todo lo ya existente y a futuras mayores inversiones –ironías del destino- para arreglar el desaguisado.
En los momentos difíciles de las empresas suele aparecer la tentación de –como dicen en inglés- ‘slash and burn’, incluso con carácter dominante. Pero esta política de “cortar y quemar” va en detrimento del largo plazo. Lo dice el sentido común (al menos, el sentido común de muchos consultores y analistas), y la propia lógica del mercado. Y aquellos ejecutivos que, desesperados, decidan recorrer este camino –aunque miope, aliviante a corto plazo, pero casi seguro que suicida a largo– representan un verdadero peligro para las empresas.
Es cierto que la presión de los accionistas puede llegar a ser agobiante, pero si la actividad de la compañía depende abiertamente de las TI y después de los recortes realmente asumibles tal presión continúa, quizá lo mejor sea plantarles cara y que ellos decidan. El sector de la construcción estará deseando acoger sus caudales. Porque cuando hay voluntad de permanencia y un leal compromiso con empleados y clientes, un poco de sensatez e imaginación no viene nunca mal si el agua se acerca al cuello. Hay varias alternativas y opciones si todavía queda margen de maniobra, como contratar servicios de outsourcing, implantar el teletrabajo allí donde sume o servicios de consultoría para ayudar a optimizar costes. Incluso, por qué no si así es el caso, actualizar sistemas y equipos para reducir al mínimo el gasto en mantenimiento. Todas estas medidas contribuyen a robustecer el sector tecnológico en la misma medida que a sus clientes. El pánico nunca soluciona nada.

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