Alianzas en el olvido

Hace aproximadamente un año Amena, el tercer operador de telefonía móvil en España, con ocho millones de clientes, anunciaba una grandiosa alianza con otros operadores europeos, entre ellos mmO2 (Gran Bretaña), Sunrise (Suiza), Wind (Italia), Pannon (Hungría) y One (Austria). La Alianza Móvil, como se le llamó, trataba de dar respuesta a otra similar que había fraguado semanas antes Telefónica Móviles con la operadora italiana TIM, la alemana T-Mobile, y la francesa Orange.
Tanto la entente europea de Amena como la de Telefónica Móviles se asentaban sobre los mismos pilares. Ambas eran una respuesta a Vodafone, que había hecho de su tamaño y de sus economías de escala una ventaja competitiva en todos los sentidos, desde el puramente comercial hasta el del poder de negociación frente a proveedores. Junto con otros operadores de móviles -pensaron Amena y Telefónica- se podrían realizar ofertas conjuntas a los cada vez más intercomunicados europeos, establecer acuerdos de roaming preferentes, negociar en una posición más cómoda frente a los fabricantes de redes y de terminales, y, en definitiva, tener un tamaño con el que atemorizar lo suficiente.
Un año después, esas alianzas parecen haber quedado en el olvido a juzgar por los resultados -más bien escasos, al menos de puertas hacia fuera-. Tan pocos frutos han dado que muchos se empiezan a preguntar si realmente han servido para algo, o si por el contrario, no eran más que brindis al sol en un afán marketiniano de oscurecer el dominio que estaba ejerciendo Vodafone en Europa.
Es cierto que la alianza de Telefónica Móviles, al menos en apariencia, era más potente que la de Vodafone. Según los cálculos que se hicieron entonces, Vodafone tenía poco menos de ochenta millones de clientes en Europa y unos 120 millones en todo el mundo. Telefónica Móviles y sus aliados, en cambio, sumaban un total de 165 millones de clientes en nuestro continente y unos 210 millones de usuarios en todo el mundo. Amena y sus aliados, más modestos, sumaban más de cuarenta millones de clientes en Europa.

¿En el limbo?
Pero lejos de las magnitudes colosales con las que fueron presentadas, las alianzas de móviles ya rezumaban hace un año una idea que ha perseguido a las telecomunicaciones durante las últimas dos décadas, y que finalmente parece volverse a confirmar: los acuerdos internacionales entre operadoras siempre se presentan con oropeles, pero al cabo de unos meses van quedando en el limbo. Así ocurrió una y otra vez con las macroalianzas de mediados y finales de los años noventa en telefonía fija. ¿Quién se acuerda ahora de lo que fue Concert? Teóricamente iba a ser la alianza del siglo, entre ATT y BT. ¿Qué fue de WorldCom y MCI, los amigos americanos de la Telefónica de Juan Villalonga?
Unas alianzas y otras siempre terminan haciendo aguas por el mismo sitio. Es muy complicado aunar los intereses de varias partes cuando se hace entre iguales. Siempre es necesario que uno mande. Y Vodafone ha conseguido imponer su marca en todas las operadoras europeas en las que ha participado una vez que se ha hecho con el control de las compañías.

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