Acceso y contexto: Una nueva vía hacia la sociedad digital

Sección realizada por el Programa Superior de Dirección de Empresas de Telecomunicaciones del Instituto de Empresa

Hasta ahora, se ha asumido que para acelerar la llegada de la Sociedad de la Información es preciso fomentar los accesos entre los ciudadanos. Sin embargo, es sobre los servicios ofertados a la población ya digitalizada donde se debería poner el énfasis.

Una de las pocas visiones sobre el futuro de nuestra sociedad compartida por casi todos los grupos sociales y políticos es aquella asociada a lo que se ha denominado Sociedad de la Información. Una sociedad en la que la mayor parte de los ciudadanos son capaces de sacar partido de las posibilidades y oportunidades que conllevan las nuevas tecnologías. De forma sorprendente, este consenso se extiende incluso a las medidas a adoptar para lograr dicho objetivo. Medidas que comienzan por garantizar la conectividad del mayor número posible de ciudadanos incentivando la conexión a las redes de comunicaciones digitales y la adquisición del equipamiento tecnológico preciso. En terminología de la Unión Europea, se trata de garantizar el acceso.

Conexión sin convicción
Sin embargo, el camino hacia la Sociedad de la Información esta resultando más lento de lo previsto. Los últimos indicadores de penetración de Internet en España así lo reflejan. Esta evolución obliga a plantearse la cuestión de si el camino escogido es el más adecuado para sociedades como la española.
Hasta ahora se ha asumido que, tras proveer de acceso a los ciudadanos, éstos comenzarían, de forma casi automática, a hacer uso de las posibilidades brindadas por las redes digitales. Sin embargo, esto no ha sido así y nos encontramos con numerosos ciudadanos con conexión, pero sin convicción en su uso. Ante esta situación, debemos cuestionar la premisa de priorizar el acceso. Pero, en ese caso, ¿sobre que elementos puede actuarse para promover la digitalización de la sociedad? La respuesta es sencilla: sobre los servicios ofertados a la población ya digitalizada.
La nueva premisa se apoya en algunos precedentes históricos y en la propia naturaleza de los procesos de difusión de las innovaciones tecnológicas. Precedentes como la televisión o la telefonía móvil ponen de manifiesto como el aprendizaje social se apoya en la imitación. Comportamientos inicialmente presentes tan sólo en un grupo limitado de referentes sociales son progresivamente imitados por el resto de la sociedad. En este sentido, el ejemplo de la telefonía móvil es clarificador; tras ser vista como “objeto de deseo” y “símbolo de estatus” por buena parte de la población, una adecuada reducción de costes permitió explotar el caldo de cultivo preexistente.
Esta aproximación implica un cambio radical en las políticas de incentivos. En vez de subvencionar acceso o equipamiento, debe incentivarse el desarrollo y la oferta de servicios. En otras palabras, se trata de incentivar la aparición de un segmento de población avanzado en cuanto al uso de servicios interactivos capaz de actuar como referente a imitar por buena parte de la población. Aplicando un símil económico, es crucial el paso de una política que estimula la demanda a otra política que estimule la oferta.

Coherencia con el entorno vital
Todo ello nos lleva a la cuestión inmediata de qué servicios deben priorizarse y hacia quién deben ser orientados. La respuesta se encuentra en el contexto, o, en términos orteguianos, en la coherencia de la tecnología con el entorno vital –la circunstancia– de la persona.
Esta dependencia del contexto que marcará el desarrollo de la Sociedad de la Información obliga a estudiar con detalle los hábitos de los colectivos ya conectados y priorizar aquellos servicios que encajen con naturalidad en sus estilos de vida. Serán estos usuarios los que con su uso diario muestren al resto de ciudadanos la utilidad real de los servicios digitales, y los que realmente incentiven a través de la imitación el desarrollo de la sociedad digital.
La experiencia del “boom Internet” a finales de los 90 ilustra los riesgos asociados al lanzamiento de servicios que no encajan en el contexto vital. Bajo la denominación de “migración de canales” se escondía en muchas ocasiones la imposición del canal online, con los resultados finales conocidos por todos.
Una vez generada la demanda de estos servicios es cuando se deberá incentivar el acceso para hacer posible la adopción masiva. De esta manera, el camino hacia la Sociedad de la Información debe ser visto como un ciclo de desarrollo alternativo de servicios y acceso. Recordando a Hume, habría que tener en cuenta que sólo la meta anticipada causa la conducta, lo que en términos digitales equivaldría a que sólo el servicio que puede ser imitado será utilizado.


Salvador Aragón, Profesor del Programa Superior de Dirección de Empresas de Telecomunicaciones del Instituto de Empresa

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