(Opinión) El regalo tecnológico

Durante el pasado mundial de fútbol una conocida empresa informática me invitó a pasar un día de campo junto a otros clientes suyos. La jornada se iniciaba con unas carreras de karts, luego piscina con jacuzzi, después una barbacoa y, por último, el partido de la selección en pantalla gigante. Tentador, pero decliné la oferta. Tampoco acudí al cursillo de cata de vinos acompañado de almuerzo en un famoso restaurante que organizó una gran multinacional, y me resistí a viajar en avión a Cascais para jugar al golf, con espléndida comida entre hoyo y hoyo, que organizó un mayorista de software. Hace un año nadie me invitaba a este tipo de saraos, y como sigo en el mismo trabajo y con la misma gente desde hace más de un lustro, deduzco que no soy un elegido, sino un cliente más al que dorar la píldora con argumentos ajenos al ámbito tecnológico. Le propongo revisar las últimas charlas, jornadas técnicas o presentaciones de productos a los que haya sido invitado. Comprobará que el continente superó en numerosas ocasiones al contenido. En general, se acude a estas citas con la sana intención de escuchar a oradores cabales, que traten asuntos de verdadero interés para el público allí reunido, de forma amena y sugerente. Si, oh milagro, aparece entre los ponentes un mirlo blanco con dominio del bello arte de la retórica, los organizadores se pueden ahorrar el lápiz de memoria, con cadena para el cuello, de regalo. Por desgracia, una jornada técnica rica en contenidos y bien impartida requiere mucho más esfuerzo, en tiempo y dedicación, que unas capas de maquillaje para dar y regalar.

La relación entre los profesionales de la sanidad y las empresas farmacéuticas ha provocado más de un escándalo en nuestro país, incluyendo detenciones y penas en firme en los casos más sangrantes. Aunque no resulta tan frecuente como antaño el tarugueo -en el argot sanitario, la entrega de dinero a cambio de recetar ciertos medicamentos- los regalos, de todo tipo, por parte de los visitadores médicos no ha parado de crecer. Resulta obvio que, si la poderosa industria farmaceútica mantiene estas continuas dádivas con los médicos, es por su innegable influencia a la hora de recetar sus productos. Sería ingenuo pensar que los profesionales de las TIC somos inmunes a similares artimañas. Ahí tiene esos eventos con mucho ruido y pocas nueces. Los grandes salones en hoteles de lujo, las comidas suntuosas o el mundial de fútbol nada tienen que ver con unas jornadas técnicas medianamente serias, pero con estos fuegos artificiales se tiene el éxito de asistencia asegurado, aunque los ponentes aburran a las ovejas eléctricas ¿Qué importa lo que se diga o cómo se diga si hubo suficiente dinero para comprar y colocar una gran zanahoria delante del asno? Como la costumbre hace ley, será difícil encontrar durante el tiempo que dure este ciclo de bonanza propuestas serias, cuyo atractivo se base en contenidos de calidad, y que no necesiten regalar nada que no sea conocimiento bien organizado y mejor transmitido. Para terminar, no olvide que las jornadas técnicas siempre se organizan en días laborales, y que ninguna empresa de tecnología, por motivos obvios, contrata a sus empleados para degustar vinos ni para dar vueltas a un circuito de velocidad.

Jaime Fernández
tnt@idg.es


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