(Opinión) Auna centrifugada

El segundo grupo de telecomunicaciones español ya es historia. France Telecom, a través de su filial de móviles Orange, ha comprado el 80% de Amena, mientras que Ono ha adquirido Auna Telecomunicaciones, la división de cable y telefonía fija del grupo Auna. Como de costumbre, este tipo de divisiones no son exactas, y menos en este caso, porque el resultado genera un resto de 740, que corresponde al número de trabajadores de Auna Operadores, la dirección corporativa del grupo. ¿Quién se queda con estas personas que, hasta ahora, tomaban las decisiones estratégicas de Auna? Parece que alrededor de 400 empleados terminarán en Orange, el más que probable nuevo nombre de Amena, y el resto de trabajadores se irán a Ono.


Los representantes laborales observan con tranquilidad, de momento, este proceso de división del grupo Auna, en especial para los empleados de Amena y de Auna Telecomunicaciones, porque tienen bien definidos sus puestos de trabajo y pueden encajar con facilidad en la estructura de France Telecom o de Ono. Más oscuro se presenta el futuro de la gente que pertenece a Auna Operadores. La división en dos grupos parece razonable, porque Ono y Orange ya tienen sus propias direcciones corporativas, y ninguna necesita más de setecientas nuevas personas en esa área. Lo que resulta más delicado es que quizá tampoco desean añadir ni una sola persona a ese grupo que toma las decisiones estratégicas de la empresa. Estamos hablando de poder, y los compradores tienen la sartén por el mango.

Cuando Telefónica Móviles se hizo con el control de Terra Mobile no hubo despidos directos y, en general, los empleados conservaron su sueldo y su escalafón en la empresa, pero perdieron el poco o mucho poder de decisión que tenían en la firma absorbida. Fue sencillo: distribuyeron a los “indios” entre los muchos departamentos que tiene Móviles y los jefes de Terra Mobile se quedaron con sus plumas pero sin indios a los que mandar. El rechazo que Telefónica Móviles mostró hacia los cargos directivos de Terra Mobile se resume en una frase: no quiero compartir el poder con nadie y menos con alguien que ha perdido más de 400 millones en los últimos cuatro años.

Hace tiempo que el grupo Auna tiene colgado el sanbenito de ser un operador que no supo aprovechar su oportunidad de convertirse en la gran alternativa a Telefónica. Tuvo el dinero, el tiempo y los apoyos necesarios para arrebatar negocio y clientes al que llamaban el operador dominante, pero al final los dueños de la antigua Retevisión han terminado vendiéndola por partes. Ahora su grupo corporativo, el que tomaba las decisiones en Auna, debe buscar acomodo en dos empresas que han pagado por la parte operativa y por los clientes del grupo, no por sus gestores. Quizá tengan una última oportunidad para demostrar de lo que son capaces y, por tanto, para desmentir a aquellos que les acusan de haber creado y mantenido una de las empresas con menor rigor y organización del panorama nacional. Se verá pronto, porque ya se ha anunciado el reparto definitivo de trabajadores para los primeros días de este mes de octubre. Entonces sabremos si los muchos mástiles de Auna, repartidos entre los buques de Orange y Ono, tienen alguna vela que aguantar o no. Lo que sí parece claro es que los capitanes de las naves no procederán de la Avenida Diagonal de Barcelona.

Jaime Fernández tnt@idg.es

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