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Agenda Digital: ¿Círculo virtuoso o círculo vicioso?

La Agenda Digital con la que la Unión Europea pretende, entre otros objetivos clave, avanzar durante la próxima década hacia infraestructuras de nueva generación nace justo en un momento de profunda incertidumbre económica que en poco tiempo podría vaciar de contenido tan ambicioso programa.

Al menos en lo que se refiere a los plazos marcados para conseguir sus metas más significativas, como que en 2020 todos los europeos tengan acceso a Internet de banda ancha de más de 30 Mbps y que en ese año la mitad de los hogares dispongan de conexiones con velocidades superiores a 100 Mbps. 
Por razones que aquí ni tocan ni caben, el crecimiento económico europeo se ve de nuevo comprometido y la recesión amenaza con volver, al menos en algunos mercados. La peor de las situaciones para dar credibilidad a cualquier programa de desarrollo que implique fuertes inversiones para alcanzar un futuro que a todas luces se adivina cuando menos inseguro. Por ello, marcarse justo en estos momentos objetivos de gran calado como los recogidos en la Agenda Digital sobre nuevas redes puede no tener más valor que introducir voluntad y optimismo en bruto en un mercado claramente tocado. 
En España,según los últimos datos de Asimelec, aunque todos los segmentos del negocio TIC han sufrido decrecimientos, el que ha sufrido una evolución más negativa ha sido el de equipamiento de telecomunicaciones, que ha registrado un retroceso del 17,6%, debido en parte al descenso en las inversiones realizadas en infraestructuras de red, pasando de 5.948,8 millones de euros en 2008 a 4.900,5 millones en 2009. Los servicios de telecomunicaciones tuvieron un mejor comportamiento, pero facturaron un 4,6% menos; en concreto, 35.241 millones de euros. Y lo que es peor, de acuerdo con las previsiones de la asociación, para 2010 las expectativas para todo el mercado TIC no son mejores, ante la subida del IVA y las medidas introducidas por el Gobierno para reducir el déficit. 
Si bien la situación de los grandes mercados de la UE no es tan grave como la de España, la necesidad general de reducir el gasto público y el endeudamiento mina no sólo la capacidad inversora de las Administraciones -recurso previsto para incentivar la creación de las nuevas redes de fibra-, sino también del sector privado ante la ralentización del crecimiento global. Es como si el ‘circulo virtuoso’ al que se refería Francisco Ros, secretario de Estado de Telecomunicaciones, en la Declaración de Granada para describir el efecto benéfico de la Agenda Digital (inversión-mayor demanda-mayor inversión) se atascara de pronto generando un ‘círculo vicioso’ inverso (menor demanda-menor crecimiento-menor inversión), retrasando claramente como poco la consecución de los objetivos. Si hasta hace sólo unas cuantas semanas era una evidencia que impulsar la adopción de las TIC en Europa era necesario para generar riqueza, empleo y competitividad frente a Estados Unidos y Asia Pacífico, ahora también lo es que las bases económicas y financieras públicas y privadas en que se sustenta tal fomento están tocadas.
Pese a todo, aunque su consecución pueda verse retrasada, sería suicida renunciar a los principios y objetivos de la Agenda Digital en cuanto al despliegue de nuevas infraestructuras fijas y móviles, por lo que sería necesario adaptarlos a la nueva situación para hacerlos más creíbles y abordables. Y para ello, nada mejor que incentivar normativa y fiscalmente la inversión privada, ahora que la pública se retrae, y fijar un marco competitivo claro y estable que compense las incertidumbres del negocio durante los próximos años. Es decir, lo que se viene reivindicando desde siempre, pero ahora con carácter de absoluta urgencia.

 



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